Materiales del histórico nido de quebrantahuesos de la Cresta del Gallo serán exhibidos en El Valle

Incluyen manufacturas de esparto, típicas de la zona, que las aves aprovechaban para hacer más mullida la plataforma, además de diversos huesos. Fue el primer nido de la especie descrito científicamente en todo el mundo


Francisco Montoro, junto al resto del equipo, tomando muestras en la boca del nido. Imagen cedida por Paco Montoro

Una pequeña muestra del fabuloso nido de la pareja de quebrantahuesos que habitó la Cresta del Gallo a mediados del siglo XIX ya está en posesión de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia para, en un futuro próximo, poder ser exhibida a la ciudadanía y ampliar el conocimiento de esta magnífica especie. El material ha sido depositado en la Dirección General de Medio Natural por sus descubridores, Francisco Montoro García, doctor en Veterinaria y naturalista, y el catedrático de la Universidad de Alicante Abilio Reig Ferrer, que visitaron hace unos días la capital. La idea es que, cuando esté acondicionado, se puedan exponer en alguna de las instalaciones del Parque Regional de El Valle y Carrascoy.

Los investigadores tenían ya desde hace tiempo conocimiento del nido, pero no de su localización. Era un enigma desde 1857. Reig Ferrer, ahondando en los escritos del doctor Reinaldo Brehm, leyó cómo un pastor robó un pollo de quebrantahuesos de un nido en Murcia, cómo posteriormente la madre fue tiroteada y capturada, y cómo el macho huyó. Brehm es, de hecho, el autor de la primera descripción científica conocida de un nido de la especie en todo el mundo, y fue la que hacía referencia a éste situado en la Sierra de la Cresta del Gallo (Región de Murcia, España), que el naturalista y médico alemán publicó al año siguiente en una revista germana. Con todo ello, Reig Ferrer supo, y publicó, que el quebrantahuesos nidificó en la Cresta del Gallo hasta ese año. Así que buscaron esa plataforma mil veces, hasta que por fin la encontraron. Apostaron por ese emplazamiento porque a través del telescopio podían verse los puntos blancos de lo que podían ser tizas -sus deposiciones-, y todo cuadraba con los gustos del quebrantahuesos: orientación Norte, cueva sombreada, no necesariamente en una gran pared... Pero a esa distancia no podían aún asegurarlo.

Faltaba confirmarlo, y para ello tenían que descender al nido y acreditar científicamente que pertenecía a la especie. Finalmente, descolgándose con cuerdas, lo consiguieron Cesáreo Punzano y Montoro el pasado 12 de enero. En la cavidad, la comprobación in situ corroboró lo que era más que una sospecha. Como esperaban, el nido era un acúmulo de ramas típico. Era grande, con 80 centímetros de altura, unas dimensiones de 170 x 130 centímetros, y un peso estimado de más de media tonelada. Conocedores de su valor, los exploradores apenas intervinieron en la estructura: “por supuesto, no queríamos romperlo para investigar lo que había debajo y mucho menos bajar el nido. De hecho, está intacto, se ha quedado allí, en la Cresta del Gallo, y se puede disfrutar de su contemplación con unos prismáticos; pero hemos demostrado que es de quebrantahuesos”, defiende Montoro. Así pues, en una actuación conscientemente muy respetuosa, solamente se recogieron muestras de la superficie, elementos que estaban en el piso de la oquedad, que corrían el riesgo de caer al suelo, pero que son igualmente “materiales de enorme antigüedad que constituyen un verdadero tesoro etnológico, histórico y científico”, subraya.

       

 

LA ESPECIE

El quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), el buitre barbudo, es un ave carroñera de casi tres metros de envergadura que se alimenta de animales muertos, fundamentalmente de sus huesos. Constituye el último eslabón de la pirámide ecológica y “aprovecha aquello que ningún otro animal quiere”, explica Francisco Montoro, doctor en Veterinaria y uno de los grandes especialistas en esta ave, a la que considera “un verdadero milagro evolutivo”.

     Sus huesos preferidos son los de pequeños rumiantes, tanto de origen silvestre como doméstico, fundamentalmente cabras y ovejas. Puede tragar huesos de 25 centímetros de longitud y hasta siete de diámetro, "algo increíble". Si son demasiado grandes, los transporta en vuelo a zonas rocosas para arrojarlos desde gran altura y romperlos, de ahí el nombre de la especie. Al respecto, Medio Ambiente regional acaba de autorizar que se puedan depositar cadáveres de ovejas y cabras al aire libre para que sirvan de alimento de las aves necrófagas.

     Esta dieta basada en huesos (osteófaga) provoca que los excrementos del quebrantahuesos sean característicos y únicos. Su elevado contenido en carbonato de calcio hace que solidifiquen al contacto con el aire y adquieran una consistencia y color parecidos a los de la tiza, y de ahí que se conozcan con el nombre de ‘tizas’. Con ellas se podría escribir sobre una pizarra.

     Es un ave ligada a la montaña y siempre construye el nido en sus paredes, nunca usa árboles para ello. En las zonas calurosas elige emplazamientos orientados al Norte ya que no son amantes de las altas temperaturas. Además, y para procurar más sombra, protección y frescor, buscan oquedades o cuevas donde instalarse.

El especialista, que ahora mismo se encuentra en los Pirineos observando otras poblaciones de esta ave, relata que “además de las ramas de distinto grosor y longitud que constituyen la estructura del nido, el quebrantahuesos tiene por costumbre acarrear al mismo diferente material para su mullido y aislamiento. Suele llevar hierba seca, lana y distintas fibras que encuentra en su entorno. En este caso, predomina el esparto, un material muy abundante en los montes mediterráneos como la Cresta del Gallo”, y en esta línea, aquí hallaron hasta manufacturas de este vegetal, ya que “cuando la gente del campo usaba esta planta para tejer su calzado -las esparteñas-, trenzar cuerdas o elaborar hondas para ayudarse en la conducción del ganado o atalajes para las caballerías, el quebrantahuesos llevaba a su nido aquellos fragmentos que encontraba abandonados en su territorio. Incluso los trozos de tela de sacos o de vestimenta humana los considera adecuados”, detalla. Con todo ello, el enorme nido fue creciendo hasta que, “literalmente, ya no cabe por la entrada”.

Junto a ello, encontraron en concreto restos del alimento no ingerido, como una costilla, un trozo de mandíbula superior, el hueso del extremo de una pata y un trozo de hueso largo, todos ellos de oveja o cabra (que pueden verse en la fotografía más arriba).

Todo este material, compara Montoro, fue hallado en este antiguo nido, oculto en una ‘cámara del tiempo’ durante más de siglo y medio.

Sierras murcianas como las de Moratalla o Espuña fueron el último escenario del quebrantahuesos en la Región, donde se reproducía hasta mediados del siglo XX. Sus principales amenazas aquí y en todo el país -la caza y los cebos envenenados, éstos últimos que aún continúan-, provocaron la extinción de la especie, que halló un reducto en los Pirineos. El último quebrantahuesos de la zona, antes de su total desaparición, fue visto el 31 de agosto de 1988 entre las Sierras de Cazorla (Jaén) y Castril (Granada).

Ante tal declive, en el año 2006 se puso en marcha un proyecto de reintroducción promovido por la Junta de Andalucía en colaboración con la Vulture Conservation Foundation (VCF). Gracias a ello, se están liberando ejemplares jóvenes en las Sierras segureñas andaluzas, vecinas a la Región de Murcia. Los juveniles tienen un marcado instinto errático y viajero, y por ello es frecuente que individuos divagantes de la floreciente población andaluza visiten las serranías murcianas, principalmente por la zona de Moratalla.

Montoro sopesa que una vez que se vayan saturando los hábitats adecuados en las Sierras de Segura, Cazorla y Castril, “es posible que la especie se establezca como nidificante en las comarcas limítrofes como las serranías de Alcaraz-Río Mundo en Albacete o de Moratalla en Murcia”. Para ello, defiende “es imprescindible el respeto de la población, la existencia de comida adecuada (huesos de oveja, cabra montés y/o doméstica) y sobre todo, la ausencia total de cebos envenenados, su principal enemigo”. “Ojalá que algún día esta gran ave de espectacular vuelo y absolutamente inofensiva regrese a las sierras donde fue eliminada por los seres humanos”.

Mientras tanto, la ya histórica plataforma permanece en su lugar de origen, a tan sólo 300 metros de altitud sobre el nivel del mar, orientada al Norte, con unas espléndidas vistas abiertas al valle que invitan al vuelo y a la libertad, a la espera, quién sabe, de que algún nuevo congénere se anime a ocuparla. "¡Cuántas generaciones de quebrantahuesos habrán nacido en él!", suspira Francisco Montoro.


Entrega del material a la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, entidad a la que Montoro agradece su disposición para exponer este material para disfrute y conocimiento de los ciudadanos. Imagen: CARM.


Las espléndidas vista que tenía la pareja de quebrantahuesos desde su nido, que fue utilizado por útlima vez en 1857. Imagen: Francisco Montoro


A la izquierda Cesáreo Punzano, a la derecha Montoro, explorando el histórico nido. Imagen cedida por Francisco Montoro, al igual que la del contenido del nido. 

 
Primer plano de un ejemplar del Centro de Cría de Quebrantahuesos en en la Nava de San Pedro, en el corazón de la Sierra de Cazorla.

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Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.