La biodiversidad del sureste ibérico, acuarelada con mimo en los Cuadernos de Naturaleza Cálida

Más de 300 acuarelas y notas de campo recogidas a lo largo de años por el biólogo y naturalista Fernando Tomás

El Sureste ibérico y su inmensa belleza natural se deja pintar. Generoso en biodiversidad, luz y paisajes, ofrece rincones y comportamientos de sus seres vivos que merecen la pena ser retratados. Y si las acuarelas vienen de la mano de un artista y biólogo de larga dedicación, surgen piezas delicadas y exquisitas como este ‘Cuadernos de Naturaleza Cálida’ firmado en texto e imágenes por Fernando Tomás García.

Fernando Tomás ha puesto pincel y corazón para dibujar un ecosistema amplio al que quiere y conoce bien. Por este volumen, de 144 páginas y de cuidada edición rústica, se asoman grandes especies, como el ciervo, las grullas o el águila pescadora; pequeños visitantes como la mariposa vulcana; y fauna insigne, como el galápago leproso o la tortuga mora. Pero también hay lugar para la flora y pueden verse higos, el chumberillo de lobo, una zarzamora “para darle gusto al pincel”, los madroños de la Sierra del Oro (Región de Murcia) o encinas en una dehesa. Una seta de sombrero rojo y pintas blancas adorna otra página. Algún roquedo en la altura, el mar, la arena de las orillas y las estepas aportan textura y contexto a este delicioso libro.

Cada página es, además, un relato natural. Tomás se ha detenido en cada paisaje, en cada rincón, para interiorizar un aspecto de su personalidad. Por su conocimiento en Biología puede destacar el sutil dimorfismo sexual de los abejarucos, lamenta el ataque del picudo rojo a las palmeras, detalla el tamaño, peso y alimentación del paíño europeo o remarca el papel clave que juegan el zorro, la garduña, la gineta o el tejón, los mamíferos depredadores que habitan el bosque mediterráneo.

Aparte de la tradicional división en las cuatro estaciones, bellamente nombradas aquí como ‘Primo vere’, ‘Veranum tempus’, Autumnus’ e ‘Hibernum tempus’, y la útil leyenda en distintos ambientes –estepas, litoral, humedal, bosques, roquero y el antropogeno ligado al hombre– el lector puede adentrarse en este volumen como si fuera un diario, saltando de una observación a otra en un maravilloso viaje. “Hoy me he pasado toda la mañana esperando con el telescopio la llegada del martín pescador” cuenta mientras visitaba la laguna de los Patos, en Albacete. “Hoy ha sido una mañana espectacular en busca de aves esteparias”, apunta en una página donde ha reunido a una lechuza campestre y un esmerejón. O también: “Hoy me he desplazado a la Manga a la caza de un ostrero que según me cuentan estos días se está viendo en la zona. Disfruto viéndole comer”, incluye entre sus notas de campo.

Momentos mágicos que ofrece la naturaleza

El libro es también un paseo por el interior del alma del autor: su modo de pensar y de sentir quedan también retratados. Para Fernando Tomás, se trata de «momentos mágicos o trascendentales» que ofrece la naturaleza. En su mente ha quedado grabada una tarde en calma en Calblanque, totalmente solo, rodeado de paz y tranquilidad, cuando dejó de hacer fotos para sentarse y disfrutar de sus pinceles. “Es un honor observar y pintar a la cerceta pardilla en las lagunas de El Hondo” (Alicante), anota la esquina de una página. En Cerroblanco, Albacete, relata cómo “Es impresionante observar a los zorzales acudiendo en masa a las sabinas para apreciar sus frutos”. Todos estos fragmentos, recogidos en trazos a mano alzada en gris suave, sobrevuelan cada página como nubes de afectuosos pensamientos hacia el entorno.

Cálida es la naturaleza que le rodea y cálido es este cariño por la tierra, que surge en él desde bien temprano, en su Hellín natal -ahora reside en Murcia-. “En mi juventud solía recorrer los campos manchegos en mi bicicleta buscando todo tipo de criaturas”, recuerda en el libro. A partir de ahí, a lo largo de toda su vida ha realizado centenares de escapadas en las que ha dibujado, fotografiado y acumulado notas de campo de fauna, botánica y geología. De hecho, en muchas salidas sólo tomaba apuntes, un poco imitando a los referentes de su niñez, como aquel Félix Rodríguez de la Fuente que salía en televisión, y que “cuando los veías, cogían notas en el típico cuaderno. Entonces apenas había cámaras, no había otra forma de llevarte esos recuerdos a casa”, deja caer. Muchos años después ha surgido la idea de editar este volumen, y es ahora cuando ha seleccionado sus ilustraciones, principalmente aves -«el 90% de mis apuntes lo son», confiesa- y cuando ha actualizado aquellas notas –algunas de cuando tenía apenas 12 ó 13 años– con nuevas láminas. No en vano, el libro reúne una selección de sus dibujos de los últimos siete años, pero textos hay incluso de 1985. De esos jóvenes tiempos proviene, por ejemplo, la descripción de una parada nupcial de un águila perdicera, acompañada de un esbozo primerizo.

     'CUADERNOS DE     NATURALEZA CÁLIDA'

Ya está a la venta en la página web de Biovisual y en breve, en la Casa del Libro y en alguna librería murciana.

Calblanque, Isla Grosa, lagunas de Marchamalo, Yecla (“¿gangas u ortegas?”), saladares del Guadalentín en la Región de Murcia; la albufera de Valencia; Tobarra, Torre Jimeno y Riópar, en Albacete; Garrucha, el salar de los Canos y el desierto de Tabernas de Almería; el río Borosa -con un precioso sapo corredor- y los campos de Jaén, costas de Granada… todos estos paisajes y muchos más aparecen en este Cuaderno. Algunos son destinos repetidos -«iba mucho a Campotéjar, que es muy cómodo», dice-, y dentro de cada paraje, recala siempre en los mismos sitios concretos donde le gusta estar «porque no te vale cualquier lugar para pintar».

Para empezar, tienes que salir temprano en la mañana y «estar allí cuando sale el sol, las 10:00 h ya es tarde», bromea. Hay que encontrar tranquilidad, buenas vistas. Y esquivar el frío que agarrota los dedos, la humedad que entorpece el secado de la aguada, el viento que ensucia la hoja con los arrastres o el sol que ciega sobre el papel en blanco «y te quema los ojos», porque la intemperie presenta varios problemas. «Yo, al sol, no puedo pintar», sostiene.

¿Y para dibujar? El Hondo, en Alicante

«El Hondo es fantástico para pintar, creo que es el mejor sitio», se emociona Fernando Tomás. Y lo escoge «porque aúna muchas ventajas: tiene un montón de observatorios fantásticos, los animales están acostumbrados a la gente y dispone de mucha sombra. Además, hay especies emblemáticas, como la cerceta pardilla o la focha cornuda. Sin complicarte la vida, sabes que cuando vas al Hondo, pintas». En el libro aparece en varias ocasiones, y una garcilla cangrejera observada desde una pasarela de este humedal alicantino protagoniza una anécdota compartida por una cercana pareja de novios.

Éste es uno de los sitios al que acuden muchos visitantes que, al verle pintar, con frecuencia se detienen a mirar y a menudo comparten con él su inquietud por aprender la técnica o le transmiten sus dudas artísticas. «Hay muchísima gente a la que le gusta pintar la naturaleza y hace sus pinitos», se alegra el artista.

BIOVISUAL, exposiciones de prestigio

A punto de cursar Bellas Artes, una cuestión de plazos lo llevó a decantarse por su segunda opción, Biología. Con 15 años tuvo la suerte de compartir salidas con Antonio Manzanares, ya famoso divulgador y fotógrafo de naturaleza que publicaba en conocidas revistas, quien fomentó su vocación artística y reprodujo sus dibujos en publicaciones y libros. Se haría después con una cámara fotográfica con la que continuó publicando: “en aquel tiempo, las revistas pedían muchísimas fotografías”, compara. Más tarde confeccionó sus propios libros: una guía de las aves de la Región de Murcia, otra sobre setas de La Rioja y un tercero de la flora protegida de Calblanque. Y poco a poco, entró en el sector de las exposiciones, con el boom de los museos de naturaleza, que dio pie al nacimiento de Biovisual. Bajo esta denominación diseña fabulosas exposiciones en toda España -ahora mismo tiene dos en La Rioja, y prepara otra para FIO y otra más en el Alto Tajo (Guadalajara). Una labor muy reconocida, unida a su dedicación como editorial, con las que se ha labrado un consolidado prestigio.

Al campo se lleva unos lápices, las acuarelas y más a menudo el cuaderno de peor calidad que el bueno, porque en general lo va a destinar a abocetar. También se acompaña de un telescopio, porque no deja de ser un gran observador de aves. «Ayer mismo me llamaron que había una serreta mediana en San Pedro del Pinatar y lo necesito para verla bien», explica, para añadir que «la observación es fundamental para un buen pintor de naturaleza. Si observas mucho, tienes ya una facilidad para pintar. Y a su vez, esa atención te acerca más a la naturaleza».

Múltiples veces sale acompañado de pajareros o fotógrafos y se sienta a pintar o tomar apuntes, pero los ritmos de unos y otro son distintos, y por eso prefiere ir solo. «Para conseguir un apunte necesitas tiempo. Muchas veces, además, quieres anotar un comportamiento, como el reclamo en el alzacola, y eso no sucede en el momento en el que estás pintando, sino que necesita de un rato de observación muy tranquilo, muy sereno». Por eso «yo suelo empezar a pintar lo que voy viendo y, cuando aparece ese detalle que busco, dejo lo que estoy haciendo y hago el apunte rápido de ese comportamiento o de esa imagen, aunque sean tres líneas». Así, en el libro hay algunas piezas de elaboración más rápida, cosa que no solo no se oculta -«y se nota» subraya Tomás- mezcladas con otras que llevan más trabajo. «Casi todos los dibujos empiezan en campo y casi nunca se termina allí, eso es muy raro», revela al respecto. Por eso, ya en el hogar dedica sus horas a terminar las láminas. Y es que «las acuarelas llevan tiempo».

Entre sus acompañantes habituales cuenta con el conocido fotógrafo submarino Javier Murcia, quien le ha escrito un sentido prólogo. En contrapartida, una de las láminas del libro recoge una anécdota relatada por Murcia y que tiene que ver con la aparición súbita de un alcatraz.

Muchas historias similares conforman esta obra, salpicada también de cuando en cuando por alguna fotografía sobre las que se plasman poesías relacionadas con la temática. Su autor no empezó a pintar pensando en este libro, pero como resultado de su larga experiencia, el cuaderno de campo se ha hecho mayor y ha tomado cuerpo en este volumen de calidad, que «más que otra cosa, invita a salir a conocer el patrimonio natural. Espero que la gente que lo lea se plantee ‘yo quiero ir a ver esta especie o a conocer este sitio'», defiende. Para ello, 'Cuadernos de naturaleza cálida' presenta más de 300 acuarelas tomadas en distintos puntos del sureste español a lo largo de los años. Una enorme representación de su biodiversidad se desliza por sus páginas, modelando un libro con el que saborear el rico Sureste ibérico y su inmensa belleza natural, que se han dejado retratar con mimo y maestría de la mano del biólogo y naturalista Fernando Tomás.

  

LISTADO DE FOTOGRAFÍAS -cortesía de Fernando Tomás-:

1- Página del libro dedicada al abejaruco y la carraca.

2- Fernando Tomás, trabajando del natural en San Pedro del Pinatar (Región de Murcia).

3- El autor, acuarelando un curruca.

4- En el despiece, portada del libro.

5- Enseñando a dibujar a unos niños.

6- Portada del libro 'Cuadernos de naturaleza cálida'.

7- Las acuarelas, el cuaderno y el telescopio del artista y naturalista Fernando Tomás.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.