El caballito de mar polígamo, el sabor del langostino, y por qué el Mar Menor es un ecosistema irrepetible

Lo que perderíamos si se malograse la albufera costera regional

Caballitos del Mar Menor en el Acuario de la UMU. Imagen: Emilio Cortés.

LA SINGULARIDAD SE EXPLICA POR SÍ SOLA

 

Para Juan Manuel Ruiz, investigador del IEO, la singularidad del Mar Menor se explica por sí sola: "es una laguna hipersalada, con niveles bastante por encima de los del Mediterráneo, y ello significa, junto con otras variables, que es estresante para la vida, y esto supone una tensión selectiva de las especies y de los hábitats. Esto se traduce en que las comunidades biológicas que lo habitan son bastante particulares y diferentes de lo que hay en el Mediterráneo. Es un ambiente muy concreto. Y esa diversidad es única. Si estos ambientes van desapareciendo como consecuencia de la presión de la actividad humana, esa biodiversidad se va perdiendo para siempre".

Que el Mar Menor es un paraje singular se ha repetido muchas veces. Pero lo cierto es que no tiene endemismos, no despunta por un tamaño descomunal y su color, por ejemplo, no es ninguna rareza. ¿En qué radica su singularidad, entonces? Varios científicos nos lo cuentan: su excepcionalidad está en el todo. El conjunto hace del Mar Menor un ecosistema irrepetible.

La concurrencia aquí de una serie de características configura “un ambiente único a nivel mundial”, describe Emilio Cortés, director-conservador del Acuario de la Universidad de Murcia. Un ecosistema original en el que la dinámica de las poblaciones y las relaciones entre los individuos exhiben singularidades y aguardan aún a ser estudiadas en profundidad por la ciencia.

La conjunción de sus condiciones extremas de salinidad, temperatura, dimensiones y la práctica ausencia de nutrientes en el agua -lo que se define como un sistema oligotrófico-, hicieron que ésta, la mayor laguna litoral hipersalina de Europa, favoreciera el desarrollo de unas comunidades de ictiofauna muy características “altamente adaptadas y flexibles a esas condiciones, que no se dan en otras zonas”, agrega Cortés. Así, continúa, “hemos visto que las especies del Mar Menor están ahí porque tienen una capacidad de adaptación y una resistencia brutal. Los signátidos -peces aguja, caballitos de mar…- estaban adaptadas a esas condiciones, los blenios y los gobios tienen una plasticidad altísima”, repasa.

Caballito de mar polígamo

El caso más significativo quizá sea el del caballito de mar del Mar Menor (Hippocampus guttulatus), especie bandera del ecosistema. Los estudios realizados por Cortés y sus colegas no han detectado que, por el momento, las poblaciones de la laguna regional sean diferentes de la que ocupa la zona del Mediterráneo-Atlántico-Cantábrico, “pero hemos visto que el comportamiento sí es distinto en el Mar Menor”, apunta.

Y lo es, cómo no, por las condiciones que aporta la laguna. Sus dimensiones y la barrera arenosa que lo separa del Mediterráneo -La Manga- hacen que la densidad de la población que habitualmente había en estas aguas fuera muy alta, en comparación con el Mar Mayor. De esta manera, los estudios desarrollados en mar abierto siempre han concluido que este pez es monógamo. Y así es en el Mediterráneo, porque la población está muy dispersa y cuando un macho encuentra a una hembra ya se quedan juntos. Más aún: todos los días despliegan un cortejo para reforzar el vínculo y permanecer siempre juntos. Porque si se separan posiblemente no puedan encontrar otra pareja en su vida, debido a que no hay una densidad muy alta. Sin embargo, en el Mar Menor esa densidad es altísima, no hay tanto riesgo de quedarse "soltero", con lo que esa monogamia se vio alterada, tanto así que el equipo de investigación ha llegado a ver cortejos en grupo y comportamientos completamente diferentes a la gran mayoría de las especies de caballito.

Esos cambios que ahora son a nivel comportamiento, hacen que con el paso de miles de años la especie evolucione primero como una población diferente, luego raza geográfica, luego subespecie y finalmente como especie diferente. A ello se suma que esta población tiene su relativa independencia con respecto al Mediterráneo porque no tiene tanta movilidad. Esto la hace estar un poco aislada, y ese aislamiento favorece la especiación.

Este mismo proceso podría ocurrir con otras especies, advierte Cortés. Algo semejante a lo que se está estudiando con el fartet, que tiene poblaciones diferentes, como la del Mar Menor, la del Chícamo, la de Rambla Salada o la de las Moreras, porque ese aislamiento lo ha favorecido.

La nacra, pendiente del Mar Menor

La nacra es otro ejemplo significativo. Este organismo, el mayor bivalvo del Mediterráneo y el segundo del planeta, está sufriendo desde hace unos años el voraz ataque de un parásito en todo su hábitat, donde casi ha desaparecido.

Sin embargo, aún resiste en unos pocos lugares, y el Mar Menor es "uno de sus mejores reservorios", según nos contaba ya en 2019 Francisca Giménez Casalduero, investigadora del departamento de Ciencias del Mar y Biología Aplicada de la Universidad de Alicante, y que recogimos en el reportaje titulado 'El Mar Menor, el gran reservorio de la amenazadísima nacra'. Esto se debe a que ese parásito no ha conseguido entrar en los ambientes lagunares o en los deltas -como el Delta del Ebro, el otro gran banco-, donde los rangos de salinidad -por alto o por bajo- no le permiten vivir.

En concreto no ha entrado al Mar Menor por su alta salinidad. Es decir, las condiciones que de siempre exhibía la albufera regional han ejercido de escudo y son un aval para el futuro de la nacra. Si esta condición desaparece, la nacra (Pinna nobilis) estaría en riesgo aún mayor. Si se extingue en el Mar Menor y en el Delta del Ebro, se puede dar por perdida en el territorio nacional...

La salinidad y el sabor del langostino del Mar Menor

"La singularidad del Mar Menor como ecosistema biodiverso tiene su origen en su propia formación al quedar semiconfinado y comunicado de forma natural con el Mediterráneo a través de sus golas. Estos hechos lo han dotado de una naturaleza hipersalina que, junto a una mayor temperatura, ha permitido el desarrollo de especies de flora y fauna singulares en su seno", explica Celia Martínez Mora, investigadora del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental (Imida).

La científica recuerda que se conocen datos del año 1869, con cifras de salinidad de 70 a 80 g/l. A partir de 1878, tras la apertura del canal artificial de Marchamalo para la pesca de las encañizadas, estos valores descendieron a 52 g/l, permitiendo la entrada de diversas especies de peces y moluscos. Hoy día el Mar Menor mantiene un rango de salinidad que oscila entre 42 y 47 g/l, siendo de dos a siete puntos superior a la del Mediterráneo.

Este parámetro es tan relevante sobre la singularidad de este ecosistema, que se aprecia con claridad al hablar del emblemático langostino del Mar Menor o Panaeus Kerathurus, cuyo aspecto en cuanto a la intensidad de color de sus bandas atigradas, menor tamaño y sabor extraordinariamente característico al crecer en la aguas hipersalinas es diferente si se cría en el Mar Menor a si lo hace en el Mediterráneo. Su denominación tiene implícito la singularidad de este ecosistema, detalla Martínez Mora.

“Que la salinidad del Mar Menor se equipare a la del Mediterráneo supone sin duda, como hemos comprobado tras la apertura artificial de canales de comunicación, un descenso de salinidad y una pérdida de fauna y flora singulares", advierte la ingeniera agrónoma. Y lamenta: "Los dragados sin estudios detallados de impacto ambiental en el ecosistema, el incremento de escorrentías consecuente de la eliminación de la orografía del suelo y su capacidad de retención, y los flujos de agua dulce procedentes de un acuífero Cuaternario en riesgo químico, provocan cambios en el ecosistema Mar Menor comenzando por la bajada de la salinidad, que impactan sobre su misma razón de ser”.

Con ella coincide Juan Manuel Ruiz, investigador del Instituto Español de Oceanografía, al agregar que no solo el sabor, sino el color distintivo de muchas especies que viven en el Mar Menor es diferente de los que habitan el Mediterráneo debido principalmente a esa salinidad, porque los organismos tienen que modificar sus mecanismos de regulación osmótica, y eso revierte en sus característica, y habitualmente tienen más sabor. También ocurre con las doradas, compara, que son más amarillentas, y las de piscifactoría a su lado parecen pálidas.

Fondos sin Posidonia, pero praderas muy productivas

Es característico del Mar Menor la ausencia de la famosa Posidonia oceanica, que no puede sobrevivir fundamentalmente, y de nuevo, por esas condiciones singulares de salinidad y temperatura, apunta Ruiz. Por eso aquí dominan otras especies, como Cymnodocea nodosa, la seba, una planta fanerógama marina.

Además, "una especie que encuentra cobijo en estos fondos y que no encontramos en el Mediterráneo es Ruppia cirrhosa, que conforman un hábitat muy importante para especies que son alimento de muchas aves".

Si bien, estas praderas visualmente no son diferentes, "su productividad, su crecimiento y sus características bioquímicas son distintas por las alta salinidad y temperatura, que hace que estas plantas tengan también que adaptarse para formar praderas y poder desarrollarse bien. Y en este caso hasta podrían verse favorecidas por estas condiciones diferentes del Mar Menor", explica el biólogo.

En definitiva, en este mar, "lo que cambia, sobre todo, son las especies que lo habitan, por las mismas razones. Son especies diferentes o con una abundancia distinta a las del Mediterráneo", concluye.

Y el ecosistema en sí

Y es que "al Mar Menor hay que contemplarlo en su conjunto. Todo es diferente en sí mismo, todo es un ecosistema que da lugar a un cúmulo de hábitats y comunidades biológicas que están bien representadas en el Mar Menor pero no en otros sitios", recalca Juan Manuel Ruiz. Así, a las praderas de Ruppia cirrhosa y Cymodocea nodosa del agua añade, en tierra firme, los saladares y humedales "que no te puedes encontrar en otros sitios de la costa", o las encañizadas, "que es un sistema único en la Región de Murcia, y habiendo en otros sitios, son muy pocos y dispersos geográficamente, de modo que cuando desaparece uno de esos espacios supone un impacto tremendo para la representatividad de estos hábitat", defiende.

Y es que hasta "el conocimiento de este ecosistema está en proceso", retoma Emilio Cortés, y extrañamente, los episodios de crisis han contribuido a ello.

Por ejemplo, relata, en 2016, cuando se desató la sopa verde, eran conscientes del episodio de anoxia, de hecho la población de nacras se vino abajo, "pero siempre pensamos que la anoxia podría tener lugar sólo en zonas por debajo de los 2’5-3 metros, y que había una zona salvavidas por encima de esos tres metros". Daban así por supuesto que todo el agua situada a un metro era intocable: tenía oxígeno siempre. “Bajo ningún concepto pensamos que pudiera haber anoxia ahí".

"Pero en 2019 vimos como sí que era posible que la anoxia aflorase a estos niveles”, rememora. Ocurrió, como ya es sabido, que la llegada de vientos de levante desplazó hacia el sur el agua superior, y la masa anóxica salió por Villananitos acorralando a todas las especies. “Recuerdo estar midiendo oxígeno en dos centímetros de agua y no había, cosa que es muy compleja. Los procesos bacterianos reductores y todo favorecía esa anoxia a ese nivel tan superficial. Ahí se nos cayó un poco el esquema. Esto suponía que incluso ejemplares de zona superficial, como el fartet de Marchamalo y San Pedro, podían estar también en peligro. Ahí nos planteamos que el proyecto del Banco de Peces del Acuario de la UMU, que busca crear una población en cautividad de animales reproductores, tenía que avanzar y rápido. Es complejo y requiere tiempo y esfuerzo. Y tiempo es lo que no nos sobra”, concluye Cortés.

   

Caballito de mar del Mar Menor. Dos espléndidas imágenes cedidas por José Luis Alcaide Sanjurjo, fotógrafo submarino y miembro de la Asociación Hippocampus.

(NOTA: Imagen de la nacra: Maite Vázquez, del Instituto Español de Oceanografía).

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.