Crónica de un radiomarcaje del murciélago patudo


Un murciélago patudo acaba de recibir su emisor. Abajo, pesaje del ejemplar. Y más abajo, una voluntaria manejando la antena en el exterior de la cueva.

Vista desde fuera, la cueva de Las Yeseras no impacta al visitante, si bien su importancia se ensancha al percatarse de que está flanqueada por los yacimientos del Cabezo de Malnombre -que acoge el segundo mayor conjunto de petroglifos de la Región de Murcia- y de La Mina, ambos de la Edad del Bronce. Y, sobre todo, al conocer que es refugio de una relevante colonia reproductora del único murciélago de España declarado 'En peligro de extinción': el simpático murciélago patudo. Ahora, un nuevo estudio está analizando cómo se desenvuelve la población de este preciado mamífero en esta cavidad de la localidad de Santomera, fin para el cual los científicos han colocado radiotransmisores en las espaldas de ocho de estos pequeños inquilinos cavernícolas. Ésta es la crónica de un día de radiomarcaje.

Nos acercamos a la gruta, reconocida por la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia como uno de los refugios de quirópteros más significativos. El sol va cediendo tras la Sierra de Orihuela, cuya estribación oriental se derrama ya por la Comunidad Valenciana. La cueva queda a sus pies, tras una breve cuesta, muy cerca del margen del camino de tierra. Llegar hasta la entrada es fácil; atravesarla, nada recomendable. Es una vieja extracción de yeso que amenaza con el derrumbe, solo habitable para seres trogloditas y, entre ellos, el murciélago patudo. Su presencia allí animó hace un año a la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) a comprarla -financiada exclusivamente por aportaciones privadas a través de crowdfunding- y crear la primera reserva privada de murciélagos del sureste ibérico; y, ahora, a embarcarse en el proyecto ‘Evaluación del estado de conservación del murciélago ratonero patudo (Myotis capaccinii) en el Sureste Ibérico’, en el que se enmarca este seguimiento.

MURCIÉLAGO RATONERO PATUDO

- algunas características más-

 

+ CATALOGACIÓN: como 'Vulnerable' según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En España está declarado 'En Peligro de Extinción'.

 

+ AMENAZAS: las principales son la pérdida de calidad de las aguas de los humedales y las molestias en sus refugios (cuevas y minas).

 

+ DISTRIBUCIÓN: mediterránea, especialmente presente en la orilla norte, aunque llega al golfo Pérsico. En la península Ibérica aparece desde Málaga hasta Cataluña, penetrando poco en el interior. En la Región de Murcia hay 20 colonias, la mayoría en el centro y litoral, en localidades como Espuña, Cieza, Mazarrón, Cartagena, Torre-Pacheco y Santomera.

El murciélago patudo es un animal pequeñito, pero en el contexto de todas las especies ibéricas posee un tamaño mediano. Debe su nombre a las desproporcionadamente grandes extremidades posteriores, que utiliza para cazar, en vuelos a ras de agua, los insectos que están flotando, larvas de mosquitos que se mueven cerca de la superficie, artrópodos que pululan o pececillos tipo alevines o gambusias, que atrapa con esas inconfundibles patas.

Los patudos salen de la guarida con la oscuridad. Para poder contarlos hay varios métodos, como contemplarlos colgados en el interior de sus refugios -no es fácil, son fisurícolas y se esconden bien-, o estar atentos desde un punto en el que se divise la boca de la sima. Los miembros de ANSE ya lo han hecho, con un resultado de unos 600 ejemplares en los mejores recuentos. Es una cifra estupenda. No en vano, en la Región de Murcia se conocen unas 20 colonias que oscilan entre menos de diez ejemplares y los seis centenares contados aquí, así que «en esta cueva está una de las colonias más importantes de Murcia, y probablemente también de España», asegura Ángel Guardiola, miembro de ANSE y uno de los responsables del proyecto junto con Jorge Sánchez Balibrea. Comparada, la población de toda la Península se sitúa en torno a 10.000 animales, mientras que una cifra optimista para la Comunidad murciana apuntaría al millar, pero no es la definitiva. Dar con una estima regional completa constituye, de hecho, uno de los objetivos del proyecto.

Una vez estimadas las cifras hay que pasar al marcaje. Para ello, antes de que anochezca hay que tener instalada una red modelo arpa que permita atrapar algunos ejemplares. Así que las tareas empiezan cuando aún hay luz. No es muy penoso y merece la pena: ya la víspera consiguieron capturar dos por este método y radiomarcarlos.

El acceso a la cueva es por unos momentos angosto -el tradicional “cuidado con la cabeza”- para ensancharse en la antesala de piso muy irregular, y volver a cerrarse más allá. Ése es precisamente el lugar indicado para colocar la trampa, tejida con finos pero resistentes hilos que no dañan a los animales, y que incluye una bolsa de plástico apoyada sobre el suelo donde los murciélagos caen suavemente a la espera de ser pronto recogidos. Los posibles huecos de escape también han sido cerrados con otras redes. Aún así, es su cueva y algunos de ellos encuentran vías para salir al exterior.

Ya es de noche. Lo anuncian las voces del chotacabras, un búho real, el alcaraván y unas pocas ranas de la balsa de regadío justo al otro lado del camino, que abastece a los extensos campos de cítricos. También algunos murciélagos que se asoman por la pequeña hondonada frente a la cueva. Es hora de levantar las antenas de los receptores para ver si se capta la señal de los ejemplares marcados ayer. A cada cual le corresponde una frecuencia distinta. Miembros del equipo de ANSE y los voluntarios más entusiastas se turnan en la tarea, dirigiendo la punta al norte, al sur, aquí y allá… Los murciélagos exhiben un vuelo inquieto y son capaces de alejarse mucho de su refugio. Por eso, más tarde habrá que subirse al coche e intentar rastrear las señales en algún lugar que puede situarse sin problemas, según saben los expertos, hasta a 30 kilómetros de distancia. Así que Guardiola conjetura que podrían estar en Torre Pacheco, Cieza, Pinoso… Como es sabido que esta especie caza en zonas húmedas, y lo suyo por la noche es alimentarse para recuperar fuerzas, incidirán más en ríos, charcas, lagunas o embalses.

Mientras unos manejan los receptores, hay que ir a revisar la red. En una primera visita, un murciélago patudo descansa en la bolsa; en la segunda recogen varios ejemplares de otras especies, y a lo largo de la noche van capturando patudos uno tras otro hasta alcanzar los seis que, añadidos a los de la víspera, suman los ejemplares suficientes para asegurar la fiabilidad del estudio. Por si no fuera razón suficiente, sólo disponen de ocho emisores. En todo caso, explica el conocido naturalista, marcar muchos más individuos multiplica la dedicación al seguimiento y no siempre es más provechoso.

Afuera, de nuevo en el camino y en la seguridad del terreno firme y despejado, han instalado una pequeña oficina de campaña con una mesita plegable donde Balibrea y Guardiola disponen de todo el material necesario para la toma de datos. Hasta allí trasladan a los livianos mamíferos en una bolsita de algodón. Lo primero que hay que hacer es pesarlos, ya que el emisor les añade 0,4 gramos, así que hay que asegurarse de que el murciélago supera los 8 gramos para que no le suponga problemas. El animal se introduce con mucho miramiento en una suave esponja troquelada al efecto y se coloca sobre la balanza. Si todo está correcto, que lo está, hay que asignar una frecuencia al dispositivo para poder rastrearlo luego. La operación requiere de unos instantes de silencio, pues hay que afinar el oído para distinguir entre los chasquidos las frecuencias más agudas. Una vez cumplimentado el trámite, el ejemplar recibe como código el mismo número que lleve el emisor. Después, con mucho mimo y con la mano fuertemente enguantada, toca el turno de la manipulación: les extienden el ala para ver la edad, se les sexa, los miran detenidamente, les aplican los aparatos de medición y, con mayor delicadeza aún si cabe, Guardiola los apoya suavemente sobre la rodilla del vaquero para que Sánchez Balibrea les rasure la espalda, les pegue el emisor y lo cubra de nuevo con el mismo pelo color chocolate oscuro. Una vez listo, y apuntando hacia la balsa y los campos de cítricos, se abre la mano enguantada y el patudo queda libre.

No toca seguir a éstos hoy, no es recomendable iniciar el radioseguimiento la misma noche que se marca porque el comportamiento de los animales puede estar alterado. Pero se hará en los días siguientes, a lo largo de toda la semana y durante todas las horas de oscuridad. Sin descanso. Supone un gran esfuerzo, pero es importante porque «para conservar cualquier especie tienes que conocer todos los recursos que necesitan para sobrevivir. Ahora mismo conocemos en la Región de Murcia unos cuantos refugios, pero no sabemos qué hacen fuera de ellos, por qué zonas se mueven. Eso lo podemos averiguar con este seguimiento. Y también podemos saber su comportamiento, porque por ejemplo, cuando salen a cazar, hay individuos que están toda la noche volando mientras que otros paran a descansar en refugios alternativos que desconocemos. Y al finalizar la noche no necesariamente vuelven a la misma cueva. Además, suelen utilizar diferentes refugios en distintas épocas -para la cría, para hibernar…-. Saber todo esto puede ayudar a articular medidas de conservación de esos hábitats», recalca Guardiola.

El equipo quería haber empezado con estos muestreos en enero, pero el confinamiento les ha limitado a operaciones de campo que no requiriesen manejo y captura. Ahora ya, superada esa alarma, han podido salir, pero como los males nunca vienen solos, se les ha sumado la circunstancia añadida de que este año los murciélagos han criado más o menos dos meses por delante de lo previsto, y no han llegado al momento de la cría, que era el idóneo. Guardiola achaca esa reproducción anómala a la gran cantidad de lluvia recibida meses atrás, que ha favorecido una gran producción vegetal y eso, a su vez, se ha traducido en mucho insecto. Al haber pasado el momento álgido de la cueva y haber ahora menos ejemplares de lo esperado, capturar seis individuos les lleva toda la noche, y para obtener los ocho han tenido que invertir dos días, casi tres, algo que en condiciones normales les hubieran ocupado cosa de una hora, estima.

Los murciélagos han tenido mala fama y aún cuesta un poco difundir sus valores. El patudo, por ejemplo, es una especie protegida, «tiene el mismo nivel de amenaza que el lince ibérico, el oso pardo o el águila imperial. Se trata de una especie amenazada súper interesante y sin embargo no se le hace caso. Estoy convencido de que si preguntas por él en Santomera, más del 90% desconoce que tiene una especie tan emblemática. Vivimos de espaldas a esa importancia», refiere Jorge Sánchez Balibrea.

Pero parece que la percepción popular está cambiando: «ahora hay más información científica y técnica disponible y ya no son pocos los lugares donde se fomentan las poblaciones de murciélago como herramientas de control biológico o, como en este caso, por su valor intrínseco. En ANSE llevamos del orden de unas 500 cajas refugio colgadas en todo el sureste, entre Almería, Murcia y el sur de Alicante, y cada vez hay más demanda», repasa el biólogo, quien, no obstante, agrega que «hay todavía un amplio campo de trabajo para conocer realmente en qué situación se encuentran los murciélagos en la Región, incluido saber qué especies tenemos porque nos falta un inventario completo, y eso que estamos hablando de un grupo faunístico con unas 20-25 especies. Sin ir más lejos, el verano pasado en ANSE detectamos en la Comunidad murciana la presencia del murciélago de bosque», deja caer.

Llegar hasta aquí ha costado un poco. Sánchez  Balibrea recuerda que hace ya casi diez años que ANSE hizo un intento de alcanzar un acuerdo de custodia con los propietarios de la zona. Con el tiempo y los cambios de propiedad, hubo que dar con los propietarios actuales para poder verificar la compra de la cueva.

Ahora, el proyecto está desarrollado por ANSE, cuenta con el apoyo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, a través de la Fundación Biodiversidad, y desde hace unos días, también con la Asociación Interprofesional de Limón y Pomelo (Ailimpo), un cultivo muy extendido alrededor de Las Yeseras. «El sector empieza a ver que tiene que aportar a la conservación, que existe un amplio margen para la mejora de la biodiversidad y que eso está muy en la línea de lo que marcan las directivas europeas de biodiversidad», se congratula Sánchez  Balibrea.

Mientras tanto, el proyecto no ha hecho más que empezar. Con dos años de duración, se prolongará hasta diciembre de 2021, de manera que la próxima temporada marcarán otros ocho ejemplares, aunque aún no está decidido si será en la misma cueva o en otro lugar del sureste ibérico. No en vano, «la Región de Murcia tiene una gran responsabilidad en la conservación de la especie: se conoce el mismo número de refugios en la Región de Murcia que en toda Andalucía», defienden desde ANSE.


Ángel Guardiola revisa la trampa para la captura de murciélagos. Arriba: Guardiola analiza el ala para saber la edad de un ejemplar; Balibrea prepara los radiotransmisores; y detalle de la extremidad posterior que da nombre al patudo.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.