La sal, ese compuesto vital para el ser humano, puede convertirse en una trampa mortal silenciosa para muchas aves. Es el caso de los piquituertos, que atraídos por la golosina, bajan a la calzada a alimentarse y mueren atropellados. La naturalista y escritora Luisa Abenza lamenta haberse encontrado decenas de ellos este invierno y lanza un llamamiento para dar con una alternativa a esta práctica. Una situación a tener en cuenta, ahora que vuelve a nevar en algunos puntos de España.

En los paisajes fríos, los coches atraviesan a toda la velocidad que les permiten las condiciones los territorios de esta preciosa ave, poseedora de uno de los picos más especializados de la avifauna. Cuando el asfalto está despejado alcanzan más velocidad, de modo que si se cruzan con los pájaros picoteando el suelo no tienen tiempo de reaccionar y el impacto es inevitable. «Caen cientos a diario. En su pico, semillas de pino y sal», describe Abenza.

Peor aún, los compañeros de un ejemplar muerto -esta especie es muy gregaria- revolotearán cerca del caído y permanecerán un buen rato a su lado, desesperados, lo que provoca que dé tiempo a que pasen nuevos vehículos, se produzcan nuevos atropellos y haya más muertes en cadena. Por eso, Abenza recomienda con tristeza que, en caso de ver algún piquituerto muerto, se retire el cuerpecillo a un lado de la carretera. «Apartando los cadáveres podemos salvar la vida de alguno de los implicados en la terrible escena».

Abenza ha recogido, durante su actividad cotidiana antes del confinamiento, un mínimo de 40 machos y casi una veintena de hembras. Eso, en un invierno en el que no ha hecho frío ni ha nevado, y en el que en uno de los meses se ha reducido mucho la circulación por la pandemia y, por la misma razón, también el aporte de sal ha sido mucho menor al de cualquier otro año. Por eso, estas estimaciones son muy muy a la baja. Uno de sus lectores en las redes sociales le comunicaba que el pasado año en una visita express a una zona norteña de Guadalajara, retiró hasta seis ejemplares en 300 metros.

Y es una muerte silenciosa, además, porque los cadáveres desaparecen pronto de la carretera, normalmente consumidos por cornejas o urracas. Y así, no queda rastro de la desgracia. Pero la tragedia que sufre este ave forestal (Loxia curvirostra), a la que le gusta moverse entre las ramas externas y altas coníferas, exhibiendo sus tonos rojos, anaranjados -el macho- o amarillo verdosos -la hembra- es real.

La conocida rastreadora, autora del manual ‘Aves que dejan huella’, se plantea si acaso la sal se echa en las carreteras por rutina, ya que en muchas ocasiones «apenas nieva ni hay hielo suficiente como para accidentarte. Puedes ver un sol maravilloso, y las carreteras cargadas de innecesaria sal». La acción de la sal hace que el punto de congelación baja hasta los -21ºC, una temperatura no muy habitual en nuestro país. Con el añadido de que además esta sustancia «es perjudicial en todos los sentidos», por ejemplo, para el  medioambiente -contamina el agua y la tierra, afecta a la absorción de agua por parte del arbolado- y para los coches por su capacidad de corrosión.

Y todo ello, unido a que «existen otras medidas mucho menos dañinas». De hecho, cuenta que en algunos países está prohibida y usan sustitutos como la arena u otros materiales medioambientalmente más seguros.

Mientras tanto, «la sal se desparrama continuamente para que nosotros podamos correr más en nuestra errática existencia», dice Luisa Abenza, sin tener en cuenta el daño que se lleva a su paso, como esta pequeña ave, de figura de gorrión corpulento, de poderoso cuello y característico pico, declarada ‘De interés especial’ en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, y a la que la sal y nuestras prisas le cuestan la vida.

monica_rubio_foto_blog_bn.jpg

 

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2020-03-31

 

  • Imágenes: cortesía de Luisa Abenza
    Imágenes: cortesía de Luisa Abenza.
  • Imágenes: cortesía de Luisa Abenza
    Imágenes: cortesía de Luisa Abenza.
  • Imágenes: cortesía de Luisa Abenza
    Imágenes: cortesía de Luisa Abenza.
  • Imágenes: cortesía de Luisa Abenza
    Imágenes: cortesía de Luisa Abenza.