Quién nos iba a decir a Susana Noguera y a mí que en nuestro paseo iniciático por el humedal de Los Rodeos (habíamos oído hablar mucho de él, pero no nos habíamos acercado) íbamos a tener a la realeza a nuestros pies. Pero así fue. Apenas a unos metros bajo nuestro lugar de observación salieron, al final de un día fantástico y en total sigilo, dos pollos de búho real y una majestuosa y cobriza garza imperial. Faltó poco para hacer pleno de ardeidas esa tarde pero, a cambio, el paraje nos otorgó otros muchos regalos. Estas son las cosas que nos sucedieron.

La primera parada la hicimos en un alto de la margen derecha. El sereno paisaje del embalse se asomaba entre unos rodales de pinos y esparto y, sobre nuestras cabezas, el bando arcoíris de jolgoriosos abejarucos parecía celebrar nuestra presencia. Era un buen augurio para una visita improvisada. Compartieron por un rato el mismo cielo con unas chillonas grajillas y tres cernícalos que, algo más alejados, andaban enfrascados en sus preocupaciones.

Pero el agua y su promesa avifaunística quedaba lejos. Divisamos abajo, a la derecha, la presa y la carretera sobre ella. Decidimos cruzarla y adentrarnos por la otra orilla, sobre la que se distinguía algún camino próximo a la cubeta azul pálida.

Un poco a la aventura, un poco guiadas por el GPS, alcanzamos un sendero de tierra, dejamos el coche y anduvimos vereda adentro a descubrir el paisaje. Era bonito, suave, sin apenas desniveles, hasta que dimos con una bajada a la izquierda, que luego ascendía, doblaba después a un lado y al otro, y allí apareció inesperadamente y para nuestro regocijo el cartel del Mirador. Un poquito más de cuesta abajo y otro poco de culebrear -es lo que tiene el senderismo- y el camino alcanzó el cortado de magnificas vistas al dormidero mixto y ajedrezado de grajillas y garcillas bueyeras, con algunos moritos. A nuestras espaldas, por el campo, correteaban los conejos y alguna cogujada montesina sobre el piso blanco.

Mientras los futuros durmientes iban llegando, por el agua observamos una decena de ánades azulones, dos tarros blancos que vinieron volando y dos parejas de somormujos lavancos con dos preciosos pollitos cada una. También un quinteto de garzas reales, tres garcetas comunes, una docena de cigüeñuelas, un par de gallinetas comunes y ocho fochas. Arriba, muy altos en el cielo, contamos hasta 50 vencejos.

Una de las mayores sorpresas del día fue el pequeño goteo de hasta seis garcillas cangrejeras, delatadas por su espalda dorada. El asunto nos llevó a la duda, porque en el cálido atardecer los rayos del sol también pintan de amarillo a las garcillas bueyeras que, a su vez, en la estación reproductora tienen notas de este color. Pero las pudimos ver bien, y no solo eso, sino que las seis tomaron, cada una en su momento, la misma dirección, dejando las aguas atrás y desapareciendo rumbo Norte.

Era ya hora de contar el dormidero, una vez que parecía que las aves se habían sedimentado y dejaban de cruzar la estrecha lengua de agua formada entre la gran extensión de tarays, a nuestra derecha, y pequeños puntos de descanso, en la orilla de la izquierda. De las cifras ya daba fe la notoria algarabía, que resultó coherente con los 53 moritos que finalmente se agruparon -la especie está en clara expansión en la Región-, 300 garcillas bueyera y 600 grajillas, como mínimo. Y, aún así, más aves continuaron llegando durante un rato.

El caso de los moritos fue curioso, pues uno de ellos mostraba una porción de cuello blanco. O eso parecía en la distancia. No se trataba de las típicas pintas, sino de un buen mechón, que suele ser indicativo de que es un ave nacida este año. El vídeo captado en la lejanía no despeja del todo nuestra incertidumbre, así que dejamos la cuestión en manos de próximas visitas, nuestras o de otros pajareros. Lo que sí es cierto es que esta especie ha pasado de ser rara en nuestra Comunidad a convertirse en habitual en distintos puntos como los Saladares del Guadalentín, Campotéjar, la EDAR de Alhama de Murcia, embalse de Santomera, Ajauque y Rambla Salada, y en lugares de la costa como Cabo de Palos, San Pedro del Pinatar, Lo Poyo o Mazarrón.., y cada vez en números mayores.

La tarde nos dejó ver también, a lo lejos, un par de andarríos y dos gaviotas que atravesaron nuestra perspectiva, Susana descubrió un juvenil de martinete entre la marabunta del dormidero, y de pronto, de entre los tarays casi ahogados y barbudos de algas, justo debajo de nosotras, surgió ella, señorial, haciendo mudar nuestra conversación. «¿Te parece común..., tú también la ves marrón...? ¡Es una garza imperial!». Y así, la vimos cruzar el embalse, cuan ancho es, con su aristocrático vuelo, hasta que se perdió en la otra orilla.

No había pasado mucho tiempo cuando, entretenida Susana grabando el canto de dos zarceros bereber y yo mirando a los moritos con los prismáticos, aparecieron, súbitamente, dos pollos de búho real. Los vimos de casualidad, al bajar la mirada, porque no emitieron un solo ruido. Eran rollizos, desgreñados, grises, esponjosos y seguramente inexpertos. Lo parecían, sobre todo, porque tomaron tierra en la pendiente, a unos metros de nosotras. Nos miramos sorprendidos los unos a las otras, y rápidamente alzaron el vuelo, seguramente tan impresionados por nuestra presencia como nosotras por la suya. Despegaron así para perderse por la izquierda, tras la cárcava margosa. Pero hete aquí que, al poco, aparecieron otra vez, primero uno y luego el otro, volando a nuestros pies, suavemente, y nos regalaron otro paseo alado de izquierda a derecha y vuelta, para desaparecer de nuevo y definitivamente. Intuimos que eran realmente jóvenes y estaban tanteando aún la fuerza de sus alas. Quizá eran éstos sus primeros vuelos... Era más de lo que habíamos pedido para una tarde tranquila en Los Rodeos, así que recogimos nuestros pertrechos más que satisfechas y con tema de conversación suficiente para todo el camino de vuelta.

De despedida, agradeciendo el blanco camino iluminado por la luna, sonaron un alcaraván y dos mochuelos.

PDT: Un amable lector, Lucas Caballero, nos envía fotos de un bando de moritos que ha visto estos días por Alguazas, donde se los ha encontrado volando y comiendo en una balsa de purines. Creemos que pueden ser los mismos que luego pernoctan en Los Rodeos, ya que se sitúa muy cerca de la localidad.

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Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2020-07-12

 

  • Perspectiva del embalse de Los Rodeos
    Perspectiva del embalse de Los Rodeos.
  • Dormidero mixto donde contamos 600 grajillas, 300 garcillas bueyeras y 53 moritos
    Dormidero mixto donde contamos 600 grajillas, 300 garcillas bueyeras y 53 moritos.
  • Al fondo, la presa. La orilla es zona de descanso de anátidas, ardeidas y moritos
    Al fondo, la presa. La orilla es zona de descanso de anátidas, ardeidas y moritos.
  • Imagen testimonial, a la anochecida y en la distancia, del morito con la mancha blanca
    Imagen testimonial, a la anochecida y en la distancia, del morito con la mancha blanca.
  • La serena lámina de agua
    La serena lámina de agua.
  • El bosque de tarays se extiende por la derecha y desaparece
    El bosque de tarays se extiende por la derecha y desaparece.
  • Zona donde la lengua de agua se estrecha, dejando a la derecha el dormidero
    Zona donde la lengua de agua se estrecha, dejando a la derecha el dormidero.
  • Dos imágenes de los moritos de Alguazas, captadas por Lucas Caballero
    Dos imágenes de los moritos de Alguazas, captadas por Lucas Caballero.