Esta mañana se han iniciado de los trabajos de cosecha de la sal en el Parque Regional de las Salinas y Arenales de San Pedro, que arrancan tradicionalmente con la conclusión del verano y que se estima que este año rindan cerca de 100.000 toneladas, según indica la Comunidad Autónoma en una nota de prensa.

Con el sol y el ingenio y la tecnología desarrollada por el hombre, las aguas del Mar Menor se convierten cada año en toneladas de sal.

La esencia del proceso salinero consiste en la progresiva evaporación de agua del Mar Menor, aumentando la concentración en sales del agua de mar almacenada en estanques poco profundos, hasta alcanzar el gradiente que provoca la precipitación de la fracción del cloruro sódico cuya recolección hoy ha comenzado. El proceso de evaporación se ve favorecido por efecto de los vientos, que actúan retirando el vapor de agua que se eleva sobre las balsas.

El funcionamiento de las Salinas de San Pedro es sencillo: el agua se bombea desde el Mar Menor a dos circuitos de diferente recorrido, donde circula a lo largo de una serie de balsas comunicadas entre sí mediante compuertas. En los primeros estanques de almacenamiento se produce la decantación de las impurezas en forma de partículas sólidas que pueden contener el agua, hasta alcanzar una concentración de 70-80 gramos de sal por litro.

Conforme continúa incrementándose la concentración, comienza a precipitar el sulfato cálcico, aumentando la concentración hasta alcanzar los 300-325 gramos de sal por litro de agua, antes de pasar al siguiente grupo de balsas, que recibe el nombre de ‘concentrador de cabecera’.

Los ‘concentradores de cabecera’ se controlan exhaustivamente, ya que son los encargados de alimentar con salmueras saturadas a los denominados ‘cristalizadores’. Este último grupo de balsas ocupa una menor extensión, puesto que se ha reducido mucho el volumen de agua inicial, pero son las más importantes debido a que en ellas se produce la precipitación del cloruro sódico, obteniéndose costras de sal de entre siete y casi catorce centímetros de espesor.

Para extraer la sal se vacía el ‘cristalizador’ mediante canales. El cloruro sódico precipitado forma una capa de espesor determinado, se extrae con una excavadora que rompe la capa de sal y unas palas la amontonan para que escurra el agua. La sal extraída se lleva a la fase de lavado, en la que se eliminan impurezas adheridas.

Después del lavado pasa a un grupo de centrifugadoras para eliminar contenido de agua y reducir el porcentaje de humedad y la sal de toda la cosecha se almacena en un montón (acopio principal). En función de su uso, las sales cosechadas suelen sufrir un proceso de lavado para eliminar impurezas o pueden ser expedidas tal cual.

El 60 por ciento de este mineral se comercializa en sacos de 25 kilogramos para distintas industrias, como la alimenticia. Otro 25 por ciento se envasa en paquetes de uno o dos kilos, para la venta en comercios, y el resto se comercializa en las llamadas ‘big bags’ de mil kilos, aunque se está reduciendo la venta de este formato en favor de los otros.

La directora general del Medio Natural, Consuelo Rosauro, que ha asistido a la inauguración, destaca “cómo la actividad salinera humana ha contribuido a configurar las tramas paisajísticas y ecológicas que supone el paraíso para las aves y otras especies que es este espacio natural y su compatibilidad con una actividad socioeconómica”.

Además, Rosaura ha recalcado que “las Salinas de San Pedro del Pinatar constituyen una de las expresiones más armoniosas de intervención humana en el litoral, vivo ejemplo de aprovechamiento de los recursos, que da como resultado unos ecosistemas capaces de sustentar una alta diversidad y, a la vez, mantener la capacidad de generar servicios de gran relevancia económica”.

2017-10-25