La gran ballena azul, una especie simbólica que aspira a reconquistar Galicia


Soplo característico de la ballena azul. Todas las imágenes: cortesía de BDRI.

La imponente ballena azul, el mayor de nuestros cetáceos, que durante más de 40 años ha sido cazada hasta su casi desaparición, presenta esperanzadores síntomas de aspirar a su recuperación en aguas gallegas tras los tristes años de declive, según se desprende de los resultados del proyecto de seguimiento de la especie en la zona realizado el pasado año por la asociación Bottlenose Dolphin Research Institute (BDRI).

A lo largo del trabajo se han logrado 21 avistamientos de ballenas azules, algunos grupales, recontando un total de 30 ejemplares. Analizando los individuos según los patrones de pigmentación del cuerpo, únicos de cada ejemplar -ver imagen al lado-, se detectó que había algunos repetidos, por lo que finalmente se ha establecido con certeza la presencia de un mínimo de nueve individuos. «Los datos son muy positivos e incluso superiores en el número de avistamientos de esta especie si los comparamos con los de la década de los 80, los últimos años anteriores a la moratoria de caza en España», una medida que en 1986 ponía el fin de la caza comercial, subraya Bruno Díaz López, fundador de la entidad investigadora.

Como valioso detalle se ha confirmado que algunos de los individuos identificados ya habían sido localizados en años precedentes, por lo que se confirma que están regresando cada año a las aguas gallegas. Pero a pesar de estos buenos indicadores, Díaz López advierte de que «no son números tan elevados. La muerte de una ballena azul es la pérdida de un diamante en bruto para la biodiversidad».

También conocida como rorcual azul, esta ballena barbada es «sin duda, una especie de gran simbolismo», recalca Díaz López, que ha estado al frente de este proyecto, bautizado como Balaenatur, y que se ha desarrollado en aguas de la Red Natura 2000. El experto ahonda en que este mamífero es «un símbolo de la conservación de los océanos, además de que está en claro peligro de extinción, y por ello que debemos centrar nuestros esfuerzos en conocerlo mejor para poder así contribuir a su conservación».

Para el biólogo, el rorcual azul es relevante. Las ballenas, relata, juegan muchos e importantes papeles en el equilibrio de los ecosistemas marinos y de nuestro planeta. Entre ellos, dinamizan el movimiento de nutrientes desde las aguas profundas a la superficie, facilitando con ello el desarrollo del fitoplancton (pequeños organismos vegetales responsables de la producción de más del 50% del oxígeno que respiramos, además de reducir los niveles de CO2). A su vez, la presencia de estos pequeños organismos facilita el desarrollo del zooplancton, un componente fundamental para la red trófica marina y, con ello, la presencia de muchas especies de peces, mamíferos, reptiles y aves marinas.

De hecho, Balaenatur ha permitido, además, recabar información de otros cetáceos que surcaban la Red Natura marina gallega, como el rorcual común y el aliblanco, el delfín mular, los calderones común y gris y la marsopa común. Los muestreos a lo largo de todo el año, con un elevado esfuerzo de observación, hacen de este proyecto una de las campañas de seguimiento de ballenas más extensas llevadas a cabo en el territorio nacional.

Así, el análisis de los datos obtenidos muestra otros resultados muy interesantes, como el número de avistamientos de ballenas más elevado desde que se aplicase la moratoria a la caza ballenera en aguas gallegas en la década de los 80, -con 493 encuentros- o su alimentación estacional en la plataforma continental de las Rías Bajas.

PELIGRO DE CHOQUE

Las ballenas barbadas vienen a las aguas gallegas a comer el krill, un pequeño crustáceo similar al camarón. El krill es fotofóbico, por lo que durante el día se halla en las profundidades, pero durante la noche y hasta primeras horas de la mañana sube a a la superficie. Y allí se encuentran con las ballenas. "Es espectacular cómo abren la boca al tiempo que embisten el agua, que después sale por las barbas. Al emerger, giran 360º llegando a mostrar los surcos gulares, y lo hacen muy lentamente. Y aquí está el riesgo de colisiones, porque los barcos van muy rápidos, Hemos visto un rorcual común con una clara escoliosis, y creemos que posiblemente es debido a una colisión.

2017 fue el año del retorno de las ballenas azules, que junto a otras especies, siguieron asomándose en los ejercicios siguientes. Son animales migratorios capaces de recorrer miles de kilómetros al año. Las que recalan en la costa meridional gallega no parece que hagan rutas tan largas, desplazándose entre la zona de la costa de Marruecos y el Estrecho, cruzando por delante de Galicia y ascendiendo algo más por Europa. Su presencia estacional está relacionada con la abundancia de su alimentación al final del verano y principios del otoño-el suculento krill del norte-, mientras que se van al Sur para reproducirse. «Es una pequeña área a vista de ballena, pero grande para la investigación», matiza Díaz López.

En total, unos 2.500 kilómetros cuadrados barridos de enero a octubre, a una velocidad de 7 nudos, subidos los científicos y voluntarios al techo de la embarcación pertrechados con sus gorras, cremas protectoras, ropa de abrigo cuando hiciera falta e, indefectiblemente, los prismáticos. Era preciso que amaneciera, además, una jornada con viento favorable -menor a 20 kilómetros/hora- para que las olas no superaran el metro o metro y medio, ya que «las ballenas son grandes, pero muchas veces sólo ves una pequeña parte de ellas, por lo que no es tan sencillo detectarlas como pareciera», explica el técnico. Y que no se levantara ni niebla ni lluvia. El soplido de un rorcual común puede verse a más de un kilómetro de distancia, pero el de un rorcual aliblanco, a unos 530. La exhalación de una ballena azul, por su parte, es muy evidente a unos 880 metros. La niebla y la lluvia dificultan aún más esta labor.

Cada 20 minutos, el equipo realiza un muestreo, que engloba más o menos dos millas náuticas, y se indica la presencia o ausencia de cetáceos. Hay que mirar bien, detectando soplos y otros detalles: un dato revelador, por ejemplo, es que cuando hay ballenas la turbidez de las aguas es muy alta. Además, para mejor detallar el estudio, se van anotando datos como la salinidad, temperatura del agua, profundidad y otros parámetros y estado de la mar, que aportarán mucha y valiosa información sobre el ecosistema.

Cuando por fin se ve un cetáceo, la embarcación se acerca con sumo cuidado, no superando el límite de los 100-200 metros, y se toman variables como el tiempo de inmersión o las ventilaciones del ejemplar. Al cabo de un cuarto de hora, se realiza un acercamiento progresivo en línea recta, muy lentamente, y se lo sigue observando y anotando la distancia recorrida así como parámetros respiratorios «que son casi como un indicador del comportamiento del animal» y pueden reflejar si éste se siente molestado, motivo para detener el acercamiento. Obtener una fotografía es importante porque el patrón de pigmentación es único en cada especie y en cada ejemplar.

Los buenos resultados del proyecto 'Balaenatur, seguimiento del rorcual azul dentro de la Red natura 2000' en la plataforma continental de la costa noroccidental de la península Ibérica, relatan «la elevada riqueza de biodiversidad y abundancia de cetáceos en los alrededores de las Rías Bajas», lo que lleva a Díaz López a comparar la situación actual con la de hace 50 años. «Es muy esperanzador, habla de una posible recuperación». El técnico cree que existe una tendencia al aumento por la moratoria internacional de 1986, igual que ocurrió con el rorcual común, que se catalogó 'En peligro de Extinción' hasta 2018 pero cuyo nivel de amenaza ahora se ha rebajado porque en lo los últimos 40 años se ha duplicado la población. La ballena azul, sin embargo, continúa 'En Peligro de Extinción' a nivel global.

Intensa captura de 'baby whales'

El científico recuerda que en los años previos a la anunciada moratoria, las capturas fueron extremadamente elevadas «porque se sabía que iba a entrar el convenio y disminuiría la caza», y se capturaron ejemplares de muy pequeño tamaño, las llamadas 'baby whales'. Fue una situación impactante porque se acabó con generaciones enteras. «Esos animales viven unos 80 a 100 años, si hace 40 que hemos exterminado a esas generaciones, ha hecho falta 40 años para recuperarse», insiste.

La vuelta a las aguas gallegas puede haberse producido, sopesa el biólogo, porque en primavera algunas de ellas se alimentan en las Azores hasta septiembre-octubre, cuando «parece como si se les hiciera tarde para subir más al Norte, a Noruega, Islandia..., mientras que todo apunta a que se están reproduciendo en Marruecos y El Estrecho. Barajo el hecho de que ciertas poblaciones no se desplacen tanto y por eso no hay recapturas en el Norte europeo de los seis ejemplares ya identificados en Galicia años atrás. No suben quizá porque aquí ya tienen alimento o bien por el estadio reproductivo, porque tienen crías y juveniles, y entonces las pautas migradoras pueden variar a lo largo de la vida del animal. Por todo eso, aún hay mucho que estudiar y descubrir», anima el biólogo, que ya piensa en la siguiente campaña de este proyecto, enfocada a analizar la influencia del cambio climático y otras cuestiones científicas.

Mientras eso llega, la posible recuperación de estas especies de rorcuales y el uso de la costa gallega como una zona de alimentación estacional, así como la elevada presencia de otras especies de cetáceos en estas aguas, ponen en evidencia la necesidad de que apliquen medidas para la conservación de estas especies. La primera de ellas, proponen desde BDRI, la designación de nuevos Lugares de Importancia Comunitaria (LIC) detectados en este trabajo por una elevada presencia de especies de cetáceos, que den paso a futuras Zonas Especiales de Conservación (ZEC) de ámbito marino.

La institución investigadora también añade establecer un sistema de aviso a los navegantes por parte de las autoridades competentes durante los meses de verano y en aquellas zonas con una mayor densidad de ballenas, para minimizar el riesgo de colisiones.

«Aunque serán necesarios estudios futuros para confirmar una recuperación en el número de ballenas presentes en aguas gallegas, este informe muestra datos esperanzadores que esperamos puedan servir para una adecuada gestión de las áreas marinas protegidas y como base para futuros planes de conservación de estos gigantes de los océanos», defiende el estudio, realizado en colaboración entre la asociación BDRI y la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.


Arriba: rorcuales azules estudiados en el marco del proyecto Balaenatur. Aquí: equipo de trabajo del BDRI subido al techo de la embarcación Tyba III.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.