La biodiversidad reconquista el humedal de Lo Poyo, y sorprende con la probable cría del morito

El humedal de Lo Poyo está fantástico. Las generosas lluvias de esta primavera, que tanto bien han hecho a la fauna en general, a la avifauna en particular y a la flora se han sumado a un inesperado confinamiento que ha traído paz a nuestros campos. Tranquilidad y agua han propiciado un despertar de la vida que en este paisaje en concreto se está viviendo de manera espectacular, regalando grandes alegrías e imprevistos nacimientos. Entre tanta vitalidad, las sorpresas no se han hecho esperar, y una de las más llamativas ha sido la más que probable reproducción del morito común.

Los moritos han hecho de Lo Poyo este año una zona preferente de descanso. Según refieren diferentes naturalistas, las cifras superan ya con holgura los cien ejemplares -alrededor de 120- y, me aseguran, el ánimo se ha venido tan arriba que hasta habrían criado aquí, erigiéndose ésta en la segunda localización en la Región de Murcia, tras las Salinas de San Pedro. Por cantidad de ejemplares, y en concreto por la presencia de pollos de este año, y por los comportamientos vistos, es más que posible. Es una bonita noticia que esperaremos que pronto corroboren los informes habituales de la Comunidad Autónoma. El morito común (Plegadis falcinellus) era un ave rara en la Región en años no muy lejanos, pero su presencia ha ido creciendo a ritmo exponencial y hoy ya ha sido citado en muy diversos puntos tanto del interior como de la costa -desde elclickverde ya descubrimos otro juvenil en Los Rodeos-. Sus numerosos bandos resultan muy atractivos por la estampa singular del perfil curvo y estilizado de su pico y sus brillos metálicos, y ahora adornan los atardeceres de este ecosistema cuando llegan a dormir, y las horas más tempraneras, cuando se levantan con su magnético vuelo grupal.

Pero no ha sido la única sorpresa. Otro hecho feliz ha sido poder confirmar también por primera vez en este lugar la reproducción del críalo, como relata Antonio Fuentes, conocido naturalista de la zona y testigo del acontecimiento. El críalo europeo (Clamator glandarius) es un ave mediana que tiene la costumbre de parasitar nidos de otras especies para dejar un huevo, como también practica su pariente el cuco. Sus víctimas son sobre todo otros córvidos, como las urracas. Es locuaz, de canto muy reconocible, y de bello plumaje.

A Fuentes, que conoce muy bien este rincón ribereño del Mar Menor, en el municipio de Cartagena, le queda la duda de si la garza imperial (Ardea purpurea) también ha procreado aquí, toda vez que él y otros naturalistas, la mayoría reunidos en el grupo de WhatsApp de Birdnet, han visto a adultos y jóvenes levantarse de entre el carrizo incipiente que ha ocupado una parcela donde la invasión del agua ha hecho imposible la siembra.

Y es que el buen momento que atraviesa este paisaje se debe sobre todo a que las precipitaciones han hecho emerger láminas de agua donde antes no había, charcas que aún hoy continúan rebosantes de gaviotas, charranes, garcillas bueyeras, archibebes, tarros blancos, lavanderas boyeras, flamencos o cigüeñuelas... Agua donde los rayos de sol rebotan, chisporroteando en medio del paisaje como piedras preciosas. Y la biodiversidad ha llamado a la puerta de Lo Poyo con una intensidad inusitada.

Sorpresas aparte, que siempre son bienvenidas -y esperamos más-, Lo Poyo es un enclave extraordinario y francamente biodiverso. No en vano, entre sus valores más destacables Fuentes recalca que es zona de invernada de la única colonia regional de bisbita de Richard (que descubrió aquí Richard Howard, reconocido ornitólogo afincado en la Región y uno de los impulsores del citado grupo de Birdnet), y «tal vez también una de las mejores para águila calzada, como se desprende de un trabajo de los investigadores Mario Álvarez y Mario León». Además, es área de parada de pagaza piquirroja, «especie poco habitual en toda la costa pero con unos poquitos ejemplares que siempre paran aquí». Recuerda que «entre las barras que se formaron tras las danas, últimamente hay algunas que están siendo muy buenas para los chorlitejos patinegro y grande», y cuenta que la canastera, que es raro que alcance esta zona, parece que se va desplazando desde el Carmolí hacia el Este. Y, todo ello, sin olvidarse, por ejemplo, del búho chico que ulula desde una palmera.

El ostrero, la serreta mediana, un dormidero invernal muy potente de lavandera boyera desde hace tiempo, el torcecuello en migración, buenísima zona de migración también de paseriformes -collalbas, mosquiteros…-, el chorlito gris, que está teniendo estos años una presencia muy notoria, o los estorninos. Fuentes no se deja a casi nadie en su intenso repaso.

Pisando tierra tenemos a los bien representados albardines y juncos, los tarays y lentiscos, la sopaenvino, la popular salicornia y otras plantas típicas, que dejan un hueco aquí a especies como el espárrago marino (Asparagus macrorrhizus) de delicadas flores amarillas y frutos rojo vivo, endémico de los arenales que rodean la laguna del Mar Menor y que se halla ‘En Peligro Crítico de Extinción’ según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Los ajetes de prado (Allium subvillosum) con su paraguas de flores blancas; la zanahoria marina (Echinophora spinosa), o dos especies catalogadas como ‘Vulnerables’ por la UICN: la zamarrilla de Cartagena (Teucrium carthaginense) otro endemismo, o la popular y querida lechuga de mar (Limonium cossonianum), tan afín a la presencia de sal. Todas ellas se extienden en este territorio y dan valor al ecosistema.

PROTECCIONES

El Saladar de Lo Poyo se encuentra dentro del Paisaje Protegido ‘Espacios Abiertos e Islas del Mar Menor’, que engloba un Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) del mismo nombre que incluye las islas interiores -Perdiguera, Barón, Ciervo, Redonda y Sujeto-, los humedales asociados a la laguna -La Hita, Carmolí, Lo Poyo, Marchamalo y Amoladeras- y los cabezos de su entorno -Carmolí, San Ginés y Sabinar-. A su vez, está incorporado a la Zona de Especial Importancia para el Mediterráneo (ZEPIM) declarada para el Mar Menor y su entorno, en el Humedal de Importancia Internacional (Ramsar) 'Mar Menor' y en la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) 'Mar Menor'. Así que ‘títulos’ nacionales e internacionales no le faltan.

Además, las antiguas charcas salineras empiezan a dibujarse de nuevo sobre el piso, muy tenuemente, trayendo al recuerdo los trabajos pasados que un día ocuparon este terreno. A su alrededor, el cordón de arena que lo separa del mar, las balsas de agua, lenguas de tierra, carrizales y saladares salpicados de tarays y parcelas cultivadas componen hoy una postal variada y multicolor.

Lo Poyo está de enhorabuena, como otros humedales, porque Europa ha refrendado su protección. A quienes en estas tierras solo vean un terreno baldío inservible para nada que no sea una edificación, la Comisión Europea les acaba de recordar que “toda superficie cubierta temporalmente de agua es un humedal, independientemente de su tamaño”, y como tal debe ser atendido. Además, ha comunicado oficialmente su decisión de dedicar sus esfuerzos a que los Estados pongan en marcha las medidas necesarias para proteger y mejorar la salud de los ríos, acuíferos y -y aquí estamos- los humedales. No en vano, la legislación ambiental europea que tiene por objetivo alcanzar el buen estado de todos los ríos, humedales y acuíferos europeos para el año 2027, motivo por el cual no ha modificado la Directiva Marco del Agua.

Este ecosistema es también vital para el Mar Menor. En larga travesía que debe hacer la laguna para su recuperación se ha recomendado repetidas veces aplicar distintas soluciones basadas en la naturaleza, entre las que se incluye la recuperación de humedales periféricos, como éste, que estos días está en su apogeo.

Juega en su contra esa carga de contaminación arrastrada por las lluvias litorales desde los suelos mineros de la Sierra de Cartagena y La Unión, que habrá que atajar. Anegar la zona, como está ahora, y revegetar con plantas que acumularan los metales solo en las raíces era una de las soluciones propuestas en su día.

Mientras todo llega, hoy Lo Poyo está rebosante de vida. La biodiversidad ha reconquistado con ímpetu el humedal. Las aves, el corretear de algún que otro mamífero, un croar aquí y allá, un reptil al sol y el contraste en el suelo de franjas azules, anaranjadas, óxido y verde luminoso de la vegetación hacen que pensemos que este ecosistema merece un elogio, y un elogio enorme. Vendría muy bien el espaldarazo de la Administración, un mayor grado de protección, y el cariño y respeto a partes iguales de la mano y del corazón de los ciudadanos.

 

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.