Fototrampeo y orina de lince para localizar al gato montés, tejón, gineta, garduña y zorro en Sierra Espuña

Con más de cien estaciones de cámaras de fototrampeo, análisis de hábitat y atrayentes como orina de lince traída de la misma Doñana, dos investigadores han recorrido los paisajes de Sierra Espuña durante dos años a la búsqueda de siete mamíferos carnívoros de tamaño medio, y no los han encontrado a todos. Tras muchas horas de monte y oficina, han podido constatar la presencia de zorro, garduña, gineta, tejón y gato montés, pero no han conseguido ni un retrato de comadreja ni turón.

La idea de este gran esfuerzo era no sólo conocer el tamaño de las poblaciones y su distribución espacial, sino también descubrir o ahondar en los hábitats que más utilizan para ponerlos en valor, cuenta Eugenio Martínez Noguera, gerente de Arenaria Sur SL y responsable de este detallado estudio que ha peinado el Parque Natural.

De todos los animales observados, el zorro ha resultado el más común. Éste era un hecho conocido, no en vano, la especie es cazable en todo el país. Por el contrario, los menos frecuentes han sido el tejón y el gato montés, catalogados en la Comunidad Autónoma como ‘De interés especial’, y por tanto en ellos ha recaído la mayor atención del trabajo. Y con mayor énfasis aún en el felino, «por ser la especie menos conocida y más amenazada», apunta.

Así, en una primera aproximación, se dividió el territorio de Sierra Espuña en cuadrículas y se instaló una cámara de fototrampeo, al azar, en cada una de ellas. Hubo 60 estaciones de muestreo el primer año. Tras revisar las imágenes obtenidas, se observó ya que el tejón se distribuía por la periferia, mientras que el gato montés prefería el corazón del monte. Éste era el animal más escurridizo, así que se amplió el estudio para analizar sus territorios. El esfuerzo extra de concentrar las cámaras en esas áreas alargó el trabajo, pero permitió conocer mejor los lugares por donde se mueve el felino.

Una vez instaladas, las cámaras permanecen una media de un mes en monte, estando activas día y noche. La elección del lugar también tiene su estrategia: puede ser propicio contar con un punto de agua u otros condicionantes, hay que asegurarse de que se deja en una zona protegida para que no la roben, hay que limpiar la vegetación más alta con el fin de que no interfiera, anotar la ubicación en el GPS… Y aunque siempre se intenta depositarlas en lugares despejados, no se pueden evitar los días de lluvia o de viento, de modo que si ha ocurrido algo semejante, el dispositivo puede rendir 8.000 fotografías. Frente a ello, alguna otra cámara puede no haber funcionado bien -si no sale nada, si una lluvia ha limpiado el rastro de olor…- y hay que moverla y comenzar el recuento desde cero. Son cientos de miles de imágenes, «y no las puedes descartar porque de repente te puede aparecer un gato. Las tienes que revisar todas», recuerda el técnico.

Orina de lince, atrayente efectivo

En todo caso, sabían que el atrayente les iba a funcionar. Disponían ya de arena usada de gato -de proveedores fiables para que no llevaran parásitos o problemas similares-, pero necesitaban algo más. «Habíamos leído que el gato montés no entra a los restos de latas de sardinas, usadas a menudo por los fotógrafos», cuenta Martínez Noguera, así que recurrieron al Parque Nacional de Doñana, donde les facilitaron la más efectiva orina de lince. Para asegurarse aún más, aplicaron el truco de introducir el algodón impregnado dentro de los vasos de plástico que colgaban después de una rama, con el fin de que el viento esparciera el olor más fácilmente. «Y allí entra todo. Bien por curiosidad o por ver quién merodea en su territorio, olisqueando o siguiendo un rastro, aparecen jabalí, arruí, ardilla, conejo, muy poca cabra hispánica e incluso algunos micromamíferos como lirones… todo», insiste.

A la vista del avance de los resultados, decidieron realizar dos análisis más. El primero se centró en la presencia de micromamíferos, ya que son la base alimenticia de ginetas, garduñas e incluso de gato montés. De este modo, se obtiene un reflejo de la disponibilidad de alimento: especie y densidad. Este muestreo se realizó en algunos puntos concretos, seleccionando distintos hábitats, como huerta, bosque o umbría, donde se colocaron trampas Sherman de captura en vivo, ya que es un utensilio adecuado sobre todo para atrapar especies pequeñas, como el ratón de campo o el lirón careto.

El otro análisis correspondía a los hábitats en sí, y cubrió las 60 cuadrículas. El objetivo era tratar de relacionar por qué la especie escoge esos territorios. Observar, por ejemplo, si aparece ligada a un sotobosque con un fruto determinado, o a un cultivo intercalado en el Parque porque en esa zona crece la hierba y hay más micromamíferos… «No es sólo saber que la especie está aquí y distribuida por estos puntos, sino conocer en qué tipo de hábitat vive para gestionarlo, ponerlo en valor o descubrirlo», recuerda Martínez Noguera. Para ello, diseñaron una aplicación de CyberTracker, escogieron los recorridos e introdujeron las especies de animales que supuestamente se podían encontrar en la zona a partir de la localización previa de huellas y rastros y de las imágenes ya obtenidas. Después, completaron transectos de dos kilómetros, casi siempre a pie -alguno en coche-, y cada 200 metros anotaban la altura de la vegetación, cobertura vegetal, especies dominantes y distancia a los puntos de agua, que es lo que se empleó para hacer el estudio de hábitat.

De esta forma concluyen, por ejemplo, que el tejón se ubica en la periferia porque allí, en las ramblas, encuentra el sustrato blando que precisa para escarbar sus extensas galerías, en las que se refugian sus familias, que en esta zona son muy numerosas. Esta es la causa también, cuenta el biólogo, de que aparezcan tantos ejemplares muertos a las afueras del Parque, como ocurre en la zona de la carretera de Alhama de Murcia, Rambla Celada, área norte de Casas Nuevas o por Pliego.

El tejón solo ha aparecido en las fotos de noche. De hecho, se dice de él que es el más nocturno de nuestros mamíferos. El gato montés, sin embargo, sí ha sido registrado de día. Lo cual no quita que haya sido el más difícil de retratar. «Con un rastro de olor tan potente y dejando la cámara un mes, deberían salir todos los animales que existen», pensaba al principio Martínez Noguera. Pero el gato montés domina un territorio más grande que otras especies y hay menos densidad, así que pasa menos a menudo por la zona de la cámara. «Además, el zorro come higos o bayas de enebro -y acude a todo-, a veces la garduña y gineta también comen frutos, pero el gato montés es casi exclusivamente carnívoro. Por eso tarda bastante días en dejarse ver. A lo mejor en 30 días aparece solo dos veces». De aquí que, aunque el biólogo no tenga preferencias por ninguna especie, lo cierto es que «después de ver cientos de fotos de zorro, cuando aparece un gato montés te daba alegría».

Han podido comprobar también que a este felino le gusta la zona alta, con pinares más naturalizados de sotobosque de matorral diverso donde la vegetación con frutos y semillas atrae a más micromamíferos, de manera que puede subsistir aunque no haya conejo. No obstante, también hay una densidad importante en la periferia, en el barranco de Gebas, porque aquí sí que hay mucho lagomorfo. Eso sí, «no son los típicos gatos monteses peludos que se ven en el norte, algunos pueden parecer hasta domésticos», explica el especialista.

En el listado de especies objetivo se incluyó también al turón, del que se sabe que ronda por el noroeste y está asociado más a cauces o riachuelos, y se disponía asimismo de citas antiguas; pero aquí no ha aparecido, y comadreja tampoco. Hace años se hizo un estudio específico para la comadreja, con unos túneles concretos muy de su gusto -ya que tiene querencia por zonas de roca, rendijas en los muretes de piedra…-. Allí salieron ratones, lirones, ratas… pero tampoco se obtuvo ninguna comadreja. Ahora, al potente rastro de olor ha acudido todo tipo de especies, pero ella sigue sin aparecer. «Con todo, detalla, no podemos afirmar que no exista en el Parque, porque aún puede ocurrir que haya en densidades muy muy bajas».

ANECDOTARIO FOTOGRÁFICO

 

Los investigadores de campo suelen sentir cierto temor al dejar las cámaras en el monte, y casi siempre experimentan alguna baja. En esta ocasión, en la segunda ronda de fototrampeo dejaron una en Malvariche, en lo alto de un pequeño barranco. Pero al ir a recogerla, no la encontraton. Ya se disponían a volver pensando que se la habían robado, cuando al descender hasta el coche, aparcado justo en la vertical 30 ó 40 metros más abajo, hallaron en el suelo, al lado de la rueda, la correa que ataba la cámara y la tarjeta con las fotos. «¿Podrían los jabalíes haberla arrastrado hasta allí?, ¿y tener el tino de abrir la cámara y sacar la tarjeta?», bromearon, con cierto alivio porque no se había echado por tierra todo su trabajo.

El estudio, realizado para el Parque Regional, ha sido laborioso. Concluido el pasado junio, ha contado con la colaboración de profesionales de universidades para el análisis estadístico o el préstamo de cámaras y variadas ayudas puntuales. Gracias a todo ello, este empeño coral ha servido también para descubrir que en las zonas donde aparecen ungulados -jabalí y arruí son los más abundantes-, el número del resto de especies es mayor, porque añadido a que el abono de sus excrementos estimula el crecimiento de la hierba, también al comer y ramonear van despejando ciertas zonas permitiendo así entrar más luz, con lo que de nuevo crece más hierba y hay más micromamíferos, y eso finalmente atrae a más carnívoros. Es decir, que los grandes ungulados van modelando suavemente el hábitat. Cierto es, puntualiza, que «si hay una densidad muy alta al final se lo come todo y lo destroza todo», pero su presencia resulta beneficiosa en unos números en equilibrio.

Sierra Espuña es un macizo montañoso perteneciente a la cordillera Bética, situado en la Región de Murcia (España). Dentro de él, el parque regional ocupa 17.804 hectáreas y acoge diversos ambientes con una gran diferencia de altitudes y variabilidad de especies entre la umbría y la solana. Es el dominio de los pinos, que comparten territorio con diferentes especies, según las características de cada zona. Antes de esta investigación, Martínez Noguera y Xosé Pardavilla -otro de los autores del trabajo- ya la conocían casi como la palma de su mano. Ahora, además, han tenido que recorrer incluso las zonas que se dejan más salvajes, donde no se hace nada aparte de trabajos forestales y selvícolas, para saber cómo estas prácticas afectan a las distintas especies. Por eso, entre las conclusiones han incluido recomendaciones para que se mantengan zonas sin tocar, y que cuando se corten pinos se abandonen sobre el suelo algunos de ellos como aporte de madera muerta… ideas que, por cierto, se han tenido en cuenta ya en los actuales trabajos de rejuvenecimiento de Sierra Espuña.

El Parque, cuenta, realiza de cuando en cuando estudios sobre especies interesantes, como rapaces, o sobre el arruí, que es un animal emblemático y al que se le aplica el control poblacional. Ahora, este trabajo, titulado ‘Actualización de la información y cartografía sobre mamíferos amenazados del Parque Regional de Sierra Espuña’, viene a rellenar una laguna de conocimiento, ya que hacía muchos años que no se abordaba esta fauna. Y «aunque se trate de uno de los espacios más estudiados de la Región, cada cierto tiempo conviene hacer revisiones sobre cómo están las poblaciones, de hecho quizá convendría actualizarlo en diez años. Toda esta información es muy útil a la hora de gestionar el hábitat», concluye Martínez Noguera.

NOTA: Todas las imágenes, cortesía de Arenaria Sur SL para el estudio ‘Actualización de la información y cartografía sobre mamíferos amenazados del Parque Regional de Sierra Espuña'.

De arriba a abajo: 1. Nocturno de gato montés, 2. Zorro, 3. Investigador en faena, 4. Tejón; 5. Composición con jabalí, ardilla, arruí y conejo; 6. Un simpático raposo se asoma a la cámara; 7. Cuatro fotogramas de una gineta; y 8. Gato montés de día.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.