El águila calzada, una rapaz con claroscuros

El águila calzada (Hieraaetus pennatus), con sus largas alas, sus patas emplumadas y su estilizada silueta, es ideal para quienes se acercan por primera vez a la observación de aves gracias a su nítido patrón ventral blanco y negro, hasta que el principiante descubre, desconcertado, que puede lucir otro plumaje absolutamente distinto en el que dominan los castaños, tan alejado del primero que hasta la hace parecer otra especie. A estas dos libreas, que no están relacionadas con el sexo o la edad, se les denomina morfos (los hay también en otros animales), de manera que esta rapaz presenta un morfo claro y otro oscuro. Por qué se mantiene este polimorfismo y cómo se consolida en las poblaciones es aún un misterio. Es el secreto del águila calzada, una rapaz con claroscuros, que un equipo de investigadores trata desde hace un tiempo de esclarecer.

Cuando, entre marzo y mayo, un ave clara -el morfo, con mucho, más abundante- se empareja con ave oscura y ponen sus habituales dos huevos en lo alto de un árbol, cabe esperar que la descendencia seguirá las leyes de Mendel -y más modernamente el equilibrio de Hardy Weinber, que apoya la tesis de que la herencia mendeliana, por sí misma, no engendra cambio evolutivo-. Sin embargo, desde el grupo de Investigación Ecosistemas Mediterráneos de la Universidad de Murcia (UMU), en colaboración con un grupo de investigadores catalanes, han constatado que estos nidos tienen muchos más pollitos oscuros de los esperables, hecho no explicado ni por Mendel ni por Hardy Weinber. Y creen que una de sus posibles causas está en el color de los padres de los progenitores.

El ornitólogo catalán Josep Bosch y José Francisco Calvo, miembro del grupo de investigación y catedrático de Ecología en la UMU, recurren para explicarlo a un fenómeno conocido, denominado impronta, y que condiciona el comportamiento de las crías. Según sus investigaciones, el hecho de que un ave tenga un progenitor oscuro hace que ese pollo, de adulto, tienda a escoger parejas oscuras. Para el científico, esta impronta es válida para ambos sexos, pero cree que es especialmente notoria cuando la oscura es la madre, que permanece más tiempo en el nido al cuidado, y por tanto a la vista, de sus retoños.

Pero todo empieza en los genes. «Desde el punto de vista de la genética de las poblaciones, esta rapaz tiene su interés», avanza el profesor. Sabedor de que hay muchas teorías sobre por qué se mantienen los polimorfismos y qué mecanismos actúan, el grupo -«no somos genetistas», aclara- desarrolló un primer trabajo sobre las frecuencias de estas coloraciones en la descendencia.

Que un ser vivo exhiba uno u otro rasgo depende de una combinación de determinadas piezas de sus genes. En genética, a estos fragmentos del cromosoma que determinan las posibles variables de un atributo se les llama alelos. Y esta especie, para el color, tiene dos alelos: el claro y el oscuro. El tono claro es dominante -es el que se ve externamente en caso de mezcla-, y por eso hay más individuos claros; mientras que el oscuro es recesivo: solo se muestra si ambos progenitores son oscuros.

Los individuos pueden tener dos alelos de un solo tipo -se llaman homocigóticos-, o bien una mezcla de los dos tipo de alelos -éstos se denominan heterocigóticos-. Los homocigóticos con dos alelos claros son claros. Puesto que el alelo blanco es el dominante, los heterocigóticos, que llevan ambos alelos, también son ejemplares claros. Y los homocigóticos de dos alelos oscuros son, por fin, oscuros.

NIDOS 'BANDERA'

El águila calzada anida en grandes plataformas que se mantienen varios años (y que pueden utilizar otras especies, como los ratoneros o los azores, y ocasionalmente las culebreras). Se trata de plataformas de palos colocados desordenadamente cubiertos con ramas más frescas, que puede superar el metro de diámetro y medio metro de altura. Es muy poco frecuente que estas aves construyan nidos nuevos -tienden a reutilizar los antiguos- así como que se instalen en localizaciones distintas. Calvo y sus colegas creen que los nidos preexistentes actúan como señales para el establecimiento de nuevas parejas. En los territorios que dominan suele haber varias de estas estructuras construidas con ramas, recios, resistentes, que de cuando en cuando se deterioran con las tormentas. Llegaron a controlar más de 100 plataformas, muchas que parecían abandonadas, «pero a largo plazo casi la mayoría de los nidos se ocuparon alguna vez, en algún año, lo cual quiere decir que, en nuestra opinión, los nidos actúan como pistas de que el sitio es bueno y que las águilas pueden sobrevivir ahí y pueden asentarse, sobre todo de cara a los individuos nuevos», detalla.

Si el emparejamiento entre los progenitores ocurriera absoluta y libremente al azar, el número de pollitos oscuros de parejas mixtas debería haber sido mucho menor al observado. Sin embargo,  el recuento mostraba una enorme desproporción. A su vez, se obtuvo que en estas parejas mixtas, se daba mucho más el caso en el que el macho era el claro y la hembra, la oscura.

«La elevada frecuencia de pollos oscuros en parejas mixtas puede reflejar varias cosas, pero haciendo los cálculos, incluso aplicando correcciones por posibles mecanismos complejos que priorizaran la transmisión de un alelo sobre otros -por ejemplo, el oscuro-, el resultado se escapa de las leyes de la herencia genética. De manera que planteamos que en la mayor parte de las parejas mixtas, el individuo blanco es heterocigótico, y ocurre, además, que son principalmente machos», concluye Calvo.

El quid viene después. ¿Por qué la mayor parte de esos machos claros que se aparean con hembras oscuras son heterocigóticos? «La hipótesis que lanzamos como más probable es que han tenido un progenitor oscuro, y más probablemente la madre. Puesto que las hembras suelen estar más tiempo en el nido y es la referencia que ven cuando son pollo, este contacto les deja una impronta que conlleva que le atraigan o tiendan más a las hembras oscuras. Es un proceso de comportamiento que se conoce como apareamiento selectivo».

«Por así decirlo, con este apareamiento selectivo, las cuentas cuadran. Con un apareamiento no selectivo no podrían salir esas altísimas proporciones de pollitos oscuros de parejas mixtas, por lo que la proporción de parejas mixtas con machos claros heterocigóticos tiene que ser mucho más alto de lo esperado por azar. Y asumimos que es una impronta, les condiciona una preferencia de apareamiento. Las proporciones son las que son, tan exageradamente desequilibradas hacia pollos oscuros en parejas mixtas que solo esto lo explica», sentencia. Fuera de ello, las parejas de dos miembros oscuros son muy poco frecuentes, mientras que de aquéllas en las que ambos miembros son blancos «hay un montón y, por tanto, deben de ser principalmente de individuos homocigóticos», pero eso quedará para otro estudio.

Queda en el aire un cierto rumor a incertidumbre, porque externamente no se puede distinguir si un individuo blanco es heterocigótico. Para asegurarse de la fiabilidad de los resultados, el grupo cuenta con un registro enorme de información obtenida a lo largo de cerca de 20 años de diversos estudios con la especie. En la Región de Murcia, por ejemplo, llegaron a controlar una abundante población en la abrupta Sierra de Burete, Lavia y Cambrón, un macizo montañoso de la zona centro-oeste de Murcia, a las puertas de la Comarca del Noroeste, que ejerce de divisoria de aguas entre las Tierras Altas de Lorca y el término municipal de Mula. Su investigación, además, se extiende a dos localidades de Cataluña. En total, han contemplado 483 eventos reproductivos, más de 900 individuos progenitores y casi 750 pollos. Además, saben que no es el único caso en la naturaleza: se ha visto también en el ánsar nival, el pinzón de Darwin o el águila imperial ibérica, pero no se había propuesto para la antigua aguililla calzada.

Y es que llegar a un planteamiento como éste, recogido en un artículo en el Journal of Ornithology -la revista ornitológica más antigua del mundo y el diario oficial de la Sociedad Alemana de Ornitólogos- les ha llevado mucho tiempo. Paso a paso, en distintos trabajos, los investigadores fueron subiendo los peldaños de uno en uno. Establecieron primero que hay una determinada proporción de alelos en la población y estimaron su frecuencia. Después vieron si variaba anualmente o no, si era estable entre poblaciones, y hasta observaron que la mayoría de las aves oscuras eran hembras, aunque no parece tratarse de un carácter ligado al sexo. Y por último, hallaron la desproporción de pollitos oscuros en los nidos de padres mixtos.

EL COLOR NO AFECTA A LA CAPACIDAD REPRODUCTIVA

En un trabajo previo en la Región, el grupo de Investigación Ecosistemas Mediterráneos de la Universidad de Murcia se preocupó por comparar la productividad de la especie, analizando si las parejas que tuvieran algún individuo oscuro tenían más o menos productividad que las claras y, por tanto, si afectaba a su capacidad reproductiva y si estos emparejamientos tenían alguna consecuencia poblacional. En otras especies, determinados morfos son menos productivos, como en el busardo ratonero, que tiene morfos muchos más complicados y con gradientes de plumaje. En este caso, concluyeron que no había diferencia.

El seguimiento es largo, constante y trabajoso. Pasa por tres fases. La primera, llegada y ocupación de un territorio, arrancaba en estas fechas de finales de marzo y el mes de abril. Es la época apropiada para la nidificación. Gracias a las salidas de campo de los años 90 conocían ya los territorios a revisar -solo en la Región, del orden de 60 u 80, con algo más de una veintena de parejas-. Aquí se detecta si van llegando las aves -vienen de África y parece ser que ya emparejadas-, se cuentan las parejas que se van instalando y se buscan las nuevas. Sus llamativos vuelos territoriales en vertiginosos picados intercalados con vuelos ondulantes, acompañados de cantos, son una preciosa ayuda para la prospección. Además, hay que ver qué nido escogen -en un territorio puede haber varios-, se anota cuándo empiezan a arreglar o, más raramente, construir nidos nuevos, se controla cómo está la población...

En una segunda etapa hay que ver si crían, ya que hay muchas parejas que no lo logran. La observación de águilas incubando es un indicador de que la puesta va bien. Pero si no se les ve en esta postura, se precisa subir al nido para comprobar si hay huevos. Uno, dos -lo normal-, y excepcionalmente raro, tres. Blancos con un moteado pardo. Tiempo después el objetivo es contar los pollos nacidos. El seguimiento puede requerir una o varias visitas, por ejemplo, si algún pollo no se asoma por el borde hay que analizar qué ocurre: si han muerto, han sido depredados, o están dormidos... Aquí entra en juego la gran variabilidad de fechas, que puede ser de más de un mes entre las primeras y las últimas puestas. Las aves experimentadas, las que ya han criado con éxito, suelen llegar las primeras, se instalan rápidamente en sus territorios y empiezan a criar antes, lo que da una ventaja reproductiva. Las más tardías suelen, además, tener más fracaso.

Y la tercera fase se dedica a analizar la productividad: ver si sacan adelante a esos pollos y al final, comprobar que sobreviven. El éxito reproductivo se anota cuando la nueva generación sale a volar y engrosará, en pocos meses, la creciente población de águila calzada.

Una población que se extiende desde el África subsahariana al sur de Asia pasando por la Europa meridional, territorio que atraviesa dos veces al año en sus esforzadas migraciones. La más pequeña de las águilas de la península Ibérica es una amante de las formaciones boscosas y los mosaicos, ágil, viajera, y que aún puede ofrecer nuevos descubrimientos para la ciencia.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.