«Es imposible confundir una especie protegida con una especie cazable»

Nos lo cuentan desde el Hospital de Fauna Salvaje de AMUS, y hablamos al respecto también con el Equipo de Rescate de Grefa


Un búho chico ingresado con heridas de bala en el ala, se recupera en el Hospital de Fauna Salvaje de AMUS. Abajo, su radiografía.

Cada año, especies protegidas, amenazadas y singulares, como el águila perdicera, o más habituales y sencillas, como cigüeñas, grullas o buitres, ingresan en los hospitales de fauna españoles con heridas de caza. Son animales valiosísimos para el ecosistema que no son confundibles con ninguna especie cazable, pero que perdemos a cuentagotas temporada tras temporada.

¿Con qué se puede confundir, por ejemplo, una rapaz?, ¿cuál es la posibilidad de equivocar una especie protegida con una especie abatible en un lance de caza?, preguntamos. «Es imposible. Si hay dudas sobre la especie que es, antes de disparar está el principio de precaución», recuerda Álvaro Guerrero, director del Hospital de Fauna Salvaje de la asociación Acción por el Mundo Salvaje (AMUS). Y lo tiene tan claro que lo escribe así: «IMPOSIBLE» con mayúsculas. Y sentencia: «No hay errores ni confusión, se les dispara intencionadamente por motivos muy diversos».

Daniel Álvarez, uno de los responsables de Equipo de Rescate del Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (Grefa), lo considera «bastante complicado» y asume que «lo ponen como una excusa fácil a pesar de que los propios cazadores conocen las especies sobre las que pueden disparar. Podría haber un error de ese tipo si disparas, como quien dice, con los ojos cerrados, pero claro, eso precisamente es lo que está prohibido», recuerda.

Álvarez, que es técnico en Centros de Recuperación, medita un poco más: «un águila imperial, que es un ave de gran tamaño lo puedes confundir con águila real y tampoco la puedes cazar… ¿Un gavilán con una paloma? Pues si disparas a un grupo de palomas y el gavilán estaba ahí cazando y le alcanza algún perdigón… pero son aves que suelen ir solas, se tienen que dar unas circunstancias que es difícil que se den, no es sencillo. ¿Y un lince, con qué lo confundes, con un jabalí? No tienen nada que ver, se mueven de manera muy distinta. O con un zorro, pero si lo ves no se le parece, el zorro se caracteriza por la cola y el lince no tiene… eso es muy complicado».

«Los disparos generan fracturas generalmente y lesiones internas con muy mal pronóstico», advierte Guerrero desde AMUS. El destino de estos animales «es muy aleatorio», apunta, ya que existen ejemplares que pueden recuperarse y otros no. Depende del tipo de lesiones, de lo graves que sean y del tiempo que el animal permanezca en el campo sin ser encontrado. Álvarez, por su parte, recuerda que hay muchos que sí consiguen salir adelante -incluso con algún balazo alojado en su cuerpo-, pero no es solo cuestión de sobrevivir: hay otras muchas lesiones que son incompatibles con la vida salvaje.

¿Y qué ocurre con los agresores? Pues «la mayoría no es encontrado, por no decirte ninguno. Normalmente se le abre un expediente al coto, pero esto es muy aleatorio, casi siempre la impunidad es la común», lamenta el técnico de AMUS. El mismo procedimiento lleva Grefa, desde donde, cuando hay indicios de delito y cuando así lo confirman los veterinarios, remiten un informe a la Consejería de Medio Ambiente «y hay veces que lo llevan a Fiscalía, aunque es muy complicado, salvo que sea -de nuevo- en un coto de caza, que es cuando pueden arremete contra él si se han visto personas que están disparando a animales ilegalmente. Nuestra intención es que no caiga en saco roto y que se dejen de cometer estos delitos».

En temporada de caza «cae de todo: búhos reales, cigüeñas, gaviotas, ratoneros, milano real y negro…, de todo», insiste Álvarez. Muchas veces tienen un solo perdigón, «ni siquiera son cazadores, son escopeteros que tienen escopetas de balines, y a saber, les resultará gracioso disparar a una cigüeña cuando está ahí posada en el campanario», deja caer. Desde AMUS, Guerrero recuerda especialmente los casos de especies muy amenazadas que son disparadas, como el águila perdicera, o «especies nada problemáticas como cigüeñas, grullas o buitres».

Estamos precisamente ahora en plena época sensible, que se extiende desde finales de verano, con la media veda, hasta el otoño y el invierno. Aquí los ingresos ascienden en una y otra ONG.

El año pasado, AMUS recibió en sus instalaciones hospitalarias, situadas en Badajoz, a más de un millar de ejemplares con necesidad de atención. En Grefa, ubicado en Madrid, este pasado ejercicio han rozado los 7.000 ingresos de todo tipo de causas (en la imagen de arriba a la derecha: cirugía de un águila real disparada, en el hospital de Grefa / Imagen de al lado: radiografía del ala del búho chico atendido en AMUS).

Muchos de estos ingresos se deben a cuestiones en las que no media la agresión del ser humano, al menos de manera directa. Así que bastante trabajo tienen, por ejemplo, con caídas del nido, que les supone casi la mitad de los ingresos en AMUS. Hay también animales atrapados en el medio, casos de desorientación, diversas situaciones de riesgo o causas desconocidas. Venenos, electrocución o atropellos se consideran causas humanas, al estilo de los disparos. Todo ello añade más carga laboral a las ya apretadas agendas con las que trabajan ambas entidades -en la sede extremeña han contabilizado los kilómetros recorridos para recoger a estos animales, y ronda la cifra de 10.000-.

Por suerte, en AMUS, el 51,43% de los animales atendidos fueron liberados el año pasado; un 37% murió, y muy muy pocos, un 0,29% es irrecuperable o es recién nacido. De hecho, la creciente recepción de pollos y retoños de diferentes especies de aves y mamíferos llevó a la incorporar dos nuevas casetas de cría. En Grefa también se alegran de una buena cantidad de casos de éxito.

Un éxito suyo que es el de todos, gracias al cual los habitantes legítimos del medio natural superan muy diversos tipos de adversidades. Un esfuerzo para mantener los espacios silvestres en el que se vuelcan los técnicos de ambas organizaciones a lo largo de todo el año y que nos permite disfrutar de la presencia, huellas, rastros, vuelos y voces de seres vivos que no merecen ser tiroteados.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.